" Mi reino no es de este mundo"
El evangelio está lleno de verdades rotundas, verdades desnudas, verdades que atraviesan los tiempos y se elevan por encima del tiempo humano.
Que ingenuo pensar que el valor de una pintura se enjuicia por sus cualidades esenciales, más todavía si de lo que hablamos es de un retrato.
Pintar a un mendigo, a un indigente, pintar a un ser humano incógnito, parece que cuenta menos en los mundos del prestigio social que pintar a un ministro o a un rey.
La pintura es un valor en si misma.
Emociona por su cualidad abstracta, igual que la melodía dibujada en el aire por un virtuoso del violín.
Me sucedió en el auditorio de Madrid, asistí invitado a un concierto cantado por el Orfeón Donostiarra. Y en un momento dado, la solista de la orquesta, interpretó un solo sublime, ella sola y el silencio: y su música rompiéndome por dentro, llegando sin explicación posible hasta lo más recóndito del ser, más allá de las emociones, hasta la gran belleza y el alma de todo lo humano, en la misma frontera de la divinidad.
No importa el autor, no importa el personaje, Rey o mendigo, importa el gran arte y la hermandad sagrada que crea.
jueves, 25 de enero de 2018
martes, 16 de enero de 2018
SIN CARETA
En algún momento todo se puede desmoronar, lo único seguro es la fugacidad de las cosas, la misma esencia en todo lo vivo, el gran misterio de como desaparecemos, de las nubes pasajeras, del perfume marchito de las flores, de la muerte de los seres queridos, de la muerte en vida de los afectos.
Que pesadilla descubrir una nueva cara inesperada y decepcionante de alguna persona cercana.
Eso también es una muerte.
Un trago amargo.
Se sigue viviendo, se cambia de ruta, alteras las costumbres.
Y se aprende a vivir en el desapego.
Quizá la tristeza marque un nuevo surco en la frente, o cambie levemente el rictus de la boca.
Y hay que volver al centro de uno mismo, allá donde nada es tan grave, y solo importa...no, no,no lo voy a nombrar.
Lo sagrado no tiene límites ni puede ser definido con palabras o medios humanos.
Que pesadilla descubrir una nueva cara inesperada y decepcionante de alguna persona cercana.
Eso también es una muerte.
Un trago amargo.
Se sigue viviendo, se cambia de ruta, alteras las costumbres.
Y se aprende a vivir en el desapego.
Quizá la tristeza marque un nuevo surco en la frente, o cambie levemente el rictus de la boca.
Y hay que volver al centro de uno mismo, allá donde nada es tan grave, y solo importa...no, no,no lo voy a nombrar.
Lo sagrado no tiene límites ni puede ser definido con palabras o medios humanos.
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