lunes, 16 de julio de 2018

EL NIÑO ENFERMO

Descreído, lloro cuando me hacen creer
Místico sin Dios, sigo creyendo sin creer.

Giro en la rotonda sin tomar ninguna salida,
hay momentos pasajeros en los que conviene ser oriental,
permanecer inmóvil, mientras sigue fluyendo la corriente interna.
No es indecisión, es tránsito.

En mi brújula se borraron los puntos cardinales.
La flecha apunta difusa
y camino con los ojos entornados.
No quisiera ver demasiado, me quedo con la presencia,
el que se ciega es por exceso de luz.


Hay individuos abriendo sus propias sendas.
Esos son los peregrinos que me acompañan.
Huyo de los que me quieren imponer la ruta única, la dorada meta,
el cuento de nunca jamás.
Me hablaron de un niño que se quedó solo y enfermo,
una noche buena de Navidad, en un hospital.
Pero el médico se compadeció de su soledad y permaneció junto a él durante toda la noche.
Por eso creo que hay que seguir caminando.
Los verdaderos héroes sostienen al mundo en silencio.
El niño murió.










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