Y termina el camino y no hay casa.
Sólo un páramo.
Ni siquiera un arroyo donde sentarse y beber.
Tras un momento detenido,
he decidido no volver sobre mis pasos,
atravieso el campo abierto en dirección a los cerros.
No sé que horizonte divisaré cuando corone las colinas.
No sé porqué una pradera ha de ser más hermosa que un campo de piedras.
Ni la humedad preferible a esta tierra agrietada y áspera.
Mis ojos se verán obligados a mirar sin adjetivos.
Y el deseo tendrá que saciarse con el fulgor dorado del desierto.
12 Febrero 2021
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