Saltan los corzos y se cruzan delante de mi, pronto se van alejando , el viento hace que lloren los ojos y la piel se vaya quemando. Las lejanías son extrañamente rotundas, no hay bruma y las montañas se perfilan en este día nublado. Sólo existe el bramido del aire en las hojas de los chaparros, de las coscojas y la cornicabra. Los olivares asilvestrados se mantienen vibrantes como puntos plateados en los claros del monte.
El silencio es esto.
El crepitar de las piedras ante la carrera de los tres corzos, la respiración agitada de Dersu y Balthus, el latido de mi corazón, los colores que llenan mi cerebro, mis ojos llorosos. Es hermoso este silencio, que parezca que es sólo el viento:
Los guerreros jamás hablan de sus heridas.
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