sábado, 9 de octubre de 2021

SECRETO

 No sé a que edad me empezó a suceder. Vivir una vida que no era mía.

Yo sentía intensamente, la alegría, la tristeza, las miradas que me enfocaban, las heridas que me sangraban, los besos que recibía y los que daba. Pero andaba escondiéndome, tapándome, para que nadie se enterase de mi secreto: Que yo fui un niño real, pero al cruzar la frontera  y dejar atrás la infancia, entré en un territorio resbaladizo, en el que el cuerpo se vigorizaba y la musculatura se afirmaba, pero como dejó escrito una escritora genial, el rostro de los adolescentes tiene una mezcla de asesino y de náufrago: asesinos porque han asesinado al niño que eran, y náufragos porque transitan un oleaje sin horizonte visible, desde la infancia a la madurez, ya no son niños ni tampoco hombres. Así que fui un adolescente impostado, y después un hombre profundo que a medida que ahondaba, siempre me encontraba con caminos cruzados y encrucijadas irresolubles...  

Y andaba con la sensación constante de ese vacío, y con el temor de que todos se fueran a dar cuenta de que ese estado de irrealidad no se podía sostener mucho más tiempo... 

Conciencia de que no pertenecía a ninguna tierra, a ninguna persona, a ninguna tribu. Y todas las autoridades me resultaban huecas pues necesitaban púlpitos, uniformes, medallas, banderas, símbolos y escudos, que no eran y son más que muestras de nuestra vulnerabilidad y desamparo. 

Una sensación de incredulidad, eso siento cuando veo a alguien que se cree importante. Hemos sido arrojados a este planeta Tierra, y nos sentimos muy pequeños ante el insondable misterio, desvalidos y sin respuestas.

 La decrepitud, las arrugas, la enfermedad, el desamor, todo nos lleva a la muerte.

Pero es la vida la que nos gasta, la que nos quema.

 ¿ Y qué es eso que siempre estás esperando, eso que siempre está más allá, eso que está sin estar en nosotros?  En verdad no hay palabras, no las hay.

Intensidades sublimes y nevadas que se diluyeron, rostros mágicos que se momificaron.

Todo acaba siendo una visión, veo la mesa en la que escribo a través de mis manos, todo es nube, humo, vapor. 

La carne será polvo, y a la vez todo perdura en ese otro lugar invisible, inmaterial, evanescente.

Como el trazo único del maestro pintor.

La pintura es una ficción, no es cirugía en carne viva, pero es tan real como la vida, es esa otra vida que circula en paralelo y de forma subterránea.

Si la tela o el lino de una pintura se raja, eso no tiene demasiada importancia, por eso uno se deja la vida,  porque ya de inicio es una causa perdida, como el deporte es un juego, o la religión un asunto de fe.

El arte es volver a la única patria posible, la infancia. El reino de los miedos, de las oscuridades y los fogonazos luminosos, el reino de los colores y los aromas, las incertidumbres y los temblores, el asombro perpetuo del milagro que vivimos, la Tierra del " no sé".

Territorio del secreto que no se formaliza en palabras. A algunos, sin embargo, se les concede el don de la revelación, transmisores que nos posicionan ante el misterio y nos lo hacen sentir palpitante, inefable, abrumador en todo el esplendor de su belleza y su terror. No es muy deseable pertenecer a esa estirpe, pues transmitir el prodigio que sucede hasta en los fenómenos más cotidianos no significa tener la clave de acceso. Por eso a menudo sacerdotes y artistas son seres de desgracia, sólo salvados a través de la humildad y el desprendimiento.

Y la vida cobra un sentido incierto a través del amor, siempre el amor tras tantas muertes.



9 Octubre 2021

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