En el ajetreo diario, la vida se esconde tras la burocracia de la supervivencia.
Pero una buena tarde te sientas en la roca negra del acantilado y el tiempo adviene, su presencia lo llena todo, no es el tiempo del calendario que galopa hacia delante, es otro tiempo, es el tiempo total ajeno a las medidas, el presente continuo está lleno de infancia, de noches de amor suspendidas, de revelaciones que nos trajeron otras tantas resurrecciones, de ciertas muertes que dejaron sus cenizas, de visiones del mañana ya vividas tan reales como la encarnación que nos conforma.
Y te llegan los susurros de las frases que alguien no se atreve a pronunciar y las razones ocultas que explican lo inexplicable, y el misterio del origen vuelve a brillar potente e inmarcesible y el tedioso sentido común se pone en el horizonte junto al rey sol.
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