Quien quiera llegar a ver lo mejor de uno mismo debe saber que hay que fustigar al cuerpo, limar el alma, llevar a la mente hasta el borde de la locura, y ahí, en ese límite, en esa frontera, delimitando con la neurosis y la enfermedad, aparecerá eso, ese estado de gracia en el que ya no hay lindes ni separaciones, ya no hay salud o enfermedad, ya no hay hermosura o fealdad, hemos arrasado todo y hemos arribado hasta lo total, hasta la gran belleza.
Esta realidad inaceptable desde la razón pura, es así, inapelable, querámoslo o no. Debemos atravesar el desierto, la noche oscura, hay que raspar nuestras mejores pinceladas, desapegarnos de nuestros seres más queridos, de nuestros bienes más preciados. Y ya sin barreras ni lazos que nos retengan en el querido hogar, avistaremos el paraje desconocido, donde reina la levedad y el salto es un vuelo y el silencio es sabiduría.
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