Aunque soy un hombre discreto y elegante,
hoy he dejado en el armario mi invisible ropa gris
y me he puesto un sombrero de copa y unas gafas redondas y oscuras,
un abrigo largo negro
y unas botas altas y puntiagudas.
He salido a la calle muy teatral, con mi guitarra y mis coplas
cantando con una voz rota y llena de insultos contra la compañía de gas y de electricidad
porque son unos chorizos consentidos.
Y al final una multitud de perjudicados se han unido haciéndome los coros
y parecíamos la procesión de los desheredados,
de los aniquilados por los bancos,
y por otras cuantas instituciones muy respetables y odiosas.
No sirve de nada,
pero he vuelto a casa ligero y con menos peso,
y no he permitido a nadie dejar limosna en el sombrero.
Esto del mundo organizado es una mafia legal,
da asco,
me voy a ir con mi perro Lagun a lo alto del monte
y allí componer canciones
libres de insultos...
Quizá solo una melodía sin letra
acompañada con la voz de dentro,
dulce y silenciosa.
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