La bondad inquieta,
por eso suele ser crucificada y enterrada.
La maldad es exuberante y aparece en los periódicos a diario.
El bondadoso es pudoroso, no se vende, no se expresa en la propaganda.
Por eso algunos escalan su propia montaña y permanecen ahí arriba
en su propia cumbre.
Yo prefiero al que se queda en los valles y desciende a la mina
y se mancha las manos.
Y va envejeciendo con el corazón joven, incansable,
mineral rutilante,
que no se encuentra en la mina ni en la cueva
sino en la mitad de su pecho.
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