viernes, 13 de abril de 2018

DEPORTISTAS






Se habla de un penalti que fue o no fue, se habla del segundo final que puede cambiar la historia de un club, de una copa de Europa, de una trayectoria de injusticias arbitrales," bla, bla, bla"...

Me quedo con el abrazo y el beso entre Ronaldo y Buffon, dos leyendas vivas, dos enemigos deportivos que se respetan y se admiran como deportistas y como hombres, también en la virilidad musculosa y en la testosterona hay espacio para el respeto y la ternura, la valoración sopesada después de la batalla sin piedad en el terreno de juego.
Se habla de cómo todo un campeón vigente del Masters, Sergio García, puede hacerse trece golpes en un par 5, tirando 5 bolas al agua. Le han crucificado en la prensa, quizá más por sus declaraciones que por la ejecución de sus golpes.
Le ocurrió a Roberto De Vicenzo, él se  ganó en verdad la oportunidad de  desempatar un Masters y salir a jugar el Play off, pero su compañero de partido, Tommy Aaron, le sumó un 4 en el hoyo 17 en vez del 3 para birdie que en realidad había hecho.  Él no le echó la culpa al error de su rival, que le impidió esa posibilidad de triunfo que se había ganado en el campo, simplemente dijo: " -Fui estúpido al firmar mi tarjeta sin repasar mi resultado-"
La historia del deporte está llena de cumbres emocionales y abismos desoladores que parecen derrotas insalvables, pero están las resurrecciones, los grandes remontan el vuelo, parecen eternos, lo son realmente.
De Vicenzo está ya para siempre en lo más alto del pedestal, quién lo duda.
Miguel Induráin sigue fulminando la contrarreloj de todos los veranos de nuestra vida, sigue coronando los puertos con su cadencia ligera, su máscara inexpresiva y su maillot abrochado, como si el calor no existiera.
Los grandes rivales se respetan, saben de su insondable soledad, saben hasta que punto han llegado más allá en el territorio sagrado del dolor físico y mental, saben cuanta hambre han tenido que pasar para conseguir el cuerpo ligero y la musculatura potente, saben las horas interminables en la soledad del entrenamiento, saben que sin fe en si mismos no hubieran podido soportar la carga inhumana de trabajo que requería la consecución de sus planes, la conquista de sus cumbres, la indiferencia lograda para soportar todas las críticas injustas. Saben mucho de victorias y derrotas.
Me hacen gracia los eruditos que hablan de los deportistas como seres infantiles e indocumentados.
El deporte profesional te hace subir por la escalera de la vida y pasar por cada peldaño del aprendizaje vital.
Basta leer a Harvey Penick, el gran profesor de golf, Maestro de Tom Kite y de Ben Crenshaw, para colocarle en su verdadero estadio de sabio. Él era mucho más que un excelso instructor de golf que ascendió a venerable Maestro desde su primera condición de caddie.
Los que tienen la valentía de seguir sus vocaciones de deportistas, tienen ante si, la gran oportunidad de aprender, de llegar a lo más profundo del sentir humano tanto en la cumbre de los cielos como en el abismo de los infiernos.
Yo les bendigo porque ellos cargan con sus cruces y a nosotros nos hacen felices.

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