jueves, 26 de abril de 2018

WILD DARKNESS III

Volvamos sobre lo humano y lo divino, sobre lo racional y el misterioso mundo subterráneo que mueve nuestros hilos desde las profundidades.
Volvamos al deporte que es un banco de pruebas sobre el tapete verde, donde podemos observar el comportamiento humano. El jugador de golf profesional que tiene un Lob Wedge de 40 metros y se está jugando el torneo, o se está jugando la clasificación para pasar el corte, o simplemente, su permanencia en su privilegiada categoría: Para poder hacer ese golpe con fluidez y precisión y así soltar el golpe sin interferencias mentales ni bloqueos físicos, debe haber ensayado ese gesto miles de veces, en un ejercicio de voluntad y disciplina táctica, desde el conocimiento geométrico de la trayectoria de su movimiento, ensayando el ritmo perfecto para que el cuerpo y las manos que dirigen la cabeza del palo vayan en su justo punto y no se desvíen un solo milímetro. Debe tener la precisión de un cirujano operando el cerebro. El aficionado que contempla ese golpe, admira la elegancia y el temple del movimiento y se emociona al ver posarse la bola, como una mariposa, junto al bandera en el green. Eso ocurre así en la mayoría de las veces, pues el profesional ha trabajado, desde este mundo, para arrastrar el movimiento perfecto y llevarlo al submundo interior hasta hacerlo suyo de verdad, totalmente, convertirlo en una segunda naturaleza que integra lo racional y lo irracional, lo humano y lo divino . Se ha ejercitado tanto que se ha conseguido llegar a la originalidad del movimiento natural, como la onda de David que derribó a Goliat, como el salto de altura de Fosbury, como el inacabable salto de longitud de Bob Beamon, como todos esos instantes detenidos en la eternidad, suspendidos entre todos los tiempos, que nos regaló el genio de Severiano Ballesteros. Él sabe como creó esos golpes mágicos, practicando en la playa de Pedreña, de forma autodidacta, hasta convertir al humano en divino.

En ese gesto coordinado y conseguido, el hombre por un segundo, es un dios.

Así ocurre con todos los planos, para fundirlos en uno solo, hay que atravesar la noche oscura de San Juan De La Cruz. El salto de Nijinski salvajemente bello, fusionaba la locura y el misticismo, la naturaleza humana con la animal, subido en el escenario, lo humano de Nijinski transitaba hacia otros territorios sagrados y misteriosos.

Podemos elegir el terreno por el que transitar.
Con mucha humildad, como peones de nuestro oficio, día a día cumplir la tarea.
Somos libres.

Elige ser gordo o esbelto.
Elige comer donuts hasta saciarte o comer sobriamente.
Elige ser generoso o egoista.

Y practica el gesto de la bondad, que es la inteligencia suprema, hasta que tú mismo te convenzas de que esa es tu verdadera naturaleza: Tu verdad absoluta, allá y aquí.

No es una herencia.
No lo podrás grabar ni registrar, no lo podrás definir.
Es la pincelada Zen.
La oración murmurada y silenciosa.
La canción íntima.
La última pedalada en la que se dejó atrás el dolor.
El gesto fluido.
La gran palabra con la inicial mayúscula, no la pronuncies, siéntela.

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