Gracias,
por haber podido ver,
por andar los senderos,
por haberme hecho pedazos,
porque necesité diluirme
y el olvido fue una primera necesidad.
Gracias,
porque ya podría partir
y sin embargo me faltan días para llenar los lienzos
y besos para poder amar sin disimulo.
Gracias,
pues sé que los espejos mienten,
y el corazón puede ser tan injusto,
y la belleza cegarte,
y el resplandor imantarte hacia el error.
Gracias,
porque ya soy mi viejo conocido
y también el recién nacido,
y el antiguo muerto,
y el tonto de capirote de siempre,
y el que pronuncia palabras dictadas
que no sé de dónde vienen,
y no me pertenecen
pero me constituyen.
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