jueves, 5 de noviembre de 2015
SANTIAGO GIRALDA Y SUS MONTAÑAS
¿Será que empiezo a ser viejo?
Me ilusiona ver pintores nuevos, vocacionales que persiguen imágenes, que mezclan los sueños con lo real, que pintan universos personales diseminados en cordilleras montañosas. Siguen existiendo pintores, continua habiendo individuos que se encierran en sus estudios y pintan hasta la extenuación,
y nos entregan su éxtasis y su alegría, colores trascendidos que nos devuelven hasta el asombro de la infancia, la ilusión de ver un mundo nuevo y mágico. Quizá sentía que era Peter Pan el que me llevaba de la mano y surcaba con él los cielos azules y también los oscuros firmamentos estrellados. Y me hizo visitar una gran montaña por el día y aguardamos el tiempo necesario hasta ver la misma cumbre en la misteriosa nocturnidad.
El pintor Santiago Giralda pinta con la seriedad con la que juegan los niños, su pintura está férreamente estructurada, el azar de las mezclas multicolor está dirigido con el temple del mejor director de orquesta, el color vibra en el lugar exacto, la composición se expande creando la sensación de un mundo en el que vamos penetrando.
¿Y la materia? La materia pictórica que va superponiendo y quitando... Hay una lucha visible, la lucha del sensual que no quiere prescindir de los sentidos, pero que intuye que su gran virtud es también su gran peso, su lastre, su freno... Y quizá por ello, quizá intuyendo, quizá ignorando, quizá vislumbrando, acuchilla las masas de color y nos vuelve a presentar el lienzo virgen.
Soñé por un momento esos mismos paisajes liberados de su propio peso, acariciados en el lienzo, pero esto último son ya las sensaciones del pintor anciano que busca la levedad, como aquellos maestros chinos que buscaban la síntesis total en unas pocas pinceladas.
Y aparecían en el trazo mágico contenidas las montañas y las nubes, la tierra apenas era nada, y al ver los cuadros de los antiguos Maestros chinos, uno sentía que el misterio y la clave secreta de la vida estaba ahí, en esos breves trazos liberados de materia. Y nos era otorgada la silenciosa revelación.
Quiero decir que el viaje de la pintura es largo, mejor ser viejos prodigio que no niños prodigio.
En cualquier caso, Santiago Giralda está inmerso en su propia aventura, me ha llevado con su mano impetuosa y fuerte al País de Nunca Jamás.
Él está entrando en su propia eternidad.
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