Llego a mi casa en este poblado de Madrid en el que vivo, suena la sinfonía Nº 3 en Fa Mayor de Johannes Brahms, el atardecer es rosa y frío, y siento un vacío, una añoranza del cazador que llega a su cabaña en invierno y tras una jornada dura y fructífera reposa con su ropa limpia junto al fuego. Y enciende su pipa y mira las llamas sin pensar, ve pasar los ríos y la alameda, el soto bosque y su lecho de hojas secas y humedecidas después de las heladas, en su cabeza solo los lugares bellos visitados en su búsqueda diaria.
La vida ancestral y primaria, bástale a cada día su afán.
La ciudad es otra cosa, las luchas son distintas, más enrevesadas, las metas difusas, la selva del consumo en vez del misterio del bosque.
¡ Ah ! Sí, soy un exiliado, hoy duele el corazón en esta urbe, ni siquiera fumo, así que sonrío sin pitillo en la boca.
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