Es la música la que me devuelve a ese estado de gracia que está más allá.
Como tras una larga entrega a la oración
Y una caminata por la colina de los ilusionados
O una travesía por el cerro de los desamparados.
Ya no se trata de mis brazos ni de mis huesos
tampoco es el corazón.
He barrido todos mis ruidos.
He abierto la puerta y ha entrado el silencio.
Y como es sin palabras,
dejemos de hablar.
Es más la sonrisa y la emoción húmeda en los ojos,
no está en la cabeza ni en los pies.
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