Veía “ Grandes Esperanzas”, adaptación cinematográfica de la novela de Charles Dickens, novela apasionada y romántica, iniciática, que trata la forja dura de la propia identidad, los abismos del amor, la escalada social, el origen de la propia sangre, la orfandad, el sueño y la estrella que persiguen los que quieren romper sus fronteras personales, desde el origen humilde a la opulencia y la belleza que proporciona el poder. Es natural en el ser humano progresar, escalar hacia la mejora, y no sólo importa hacia dónde se va , sino cómo se llega, qué se deja uno por el camino. Ya lo dijo Jesús, “ De qué te sirve ganar el mundo, si pierdes tu alma”.
Y pensaba en la dirección contraria, en el heroísmo inverso. No en el hombre humilde que lucha por armarse y acumular, sino en el hombre que nace en la abundancia y lucha por despojarse de lo material. En el ser que recibe la iluminación de liberarse, en el ser humano que emprende el camino del desarme y el desapego, menos romántico, menos novelesco, más escaso y extraordinario, como remar contra corriente.
Quizá la historia del Buda.
En los dos caminos hay un punto común de desarraigo, de soledad, de exilio.
El que lucha por llegar, acaba construyendo su palacio.
El que lucha por liberarse se funde en la infinita luz de la no forma, en el horizonte difuso y dorado del cuadro imposible de Turner.
Y este último camino es sin fin.
lunes, 28 de septiembre de 2015
martes, 22 de septiembre de 2015
UNA CANCIÓN
Sucede en una habitación blanca de hospital. La anciana de 92 años yace moribunda y entubada en la cama, su marido se levanta de la silla de ruedas y la envuelve con sus caricias, suena la canción “You´ll never know”, y ambos, balbuceando, la susurran, apenas tienen voz, se declaran su amor, es la canción que a ella le consolaba cuando él estaba en la segunda guerra mundial, e ignoraba si su amor regresaría de la batalla, quizá viviera, quizá estaría ya muerto.
Regresó y vivieron toda la vida juntos. Ahora a los 90 años ya no se sabe quién es el hombre y quién la mujer, los sexos de ambos se han difuminado, la decrepitud es evidente, se están despidiendo de la vida, la muerte es inminente, no hablan de dinero, ni de posesiones, ni de triunfos o fracasos, sólo se declaran su amor, escuchan su canción: la vida desintegrándose de toda superficie visible, la vida eternizándose en amor y melodía.
Regresó y vivieron toda la vida juntos. Ahora a los 90 años ya no se sabe quién es el hombre y quién la mujer, los sexos de ambos se han difuminado, la decrepitud es evidente, se están despidiendo de la vida, la muerte es inminente, no hablan de dinero, ni de posesiones, ni de triunfos o fracasos, sólo se declaran su amor, escuchan su canción: la vida desintegrándose de toda superficie visible, la vida eternizándose en amor y melodía.
sábado, 19 de septiembre de 2015
UN RELOJ DE BOLSILLO
Zoran era húngaro, trabajaba de peón en el campo, solía barear los olivos, recolectar las viñas, y se ocupaba también de dar de comer a las vacas. Conducía el viejo tractor con delicadeza, nunca tenía averías, lo limpiaba y lo engrasaba como si fuera nuevo. Cargaba el remolque de pienso y las vacas se acercaban a él familiarmente cuando rellenaba los comederos en los prados largos.
Tenía buena pinta, alto y desgarbado, con una tez pálida y ojos grises, su pelo cano siempre muy corto y su cara angulosa y huesuda.
Me narraba historias sencillas de su juventud, con un lenguaje nítido y elegante, eran historias tristes sin dramatismo ni sentimentalismo, parábolas de un apóstol sin iglesia. Dormía en una habitación blanca, junto al establo de las vacas, con un pequeño ventanuco que daba a la sierra, siempre tenía la ventana abierta, en cualquier estación del año.
Se había hecho una pequeña estantería de madera en la que reposaban dos libros de cuero muy gastados y un reloj de bolsillo que nunca llevaba consigo.
Una mañana , muy temprano, recién salido el sol, me esperaba en la puerta de casa.
Venía a decirme adiós. Fue conciso en la despedida, y me dejó como recuerdo su reloj de bolsillo.
Le echo de menos. Esas historias que me relataba en el campo, o junto a la lumbre en invierno, han ido creciendo en mi interior. Son relatos despojados, potentes, me gustaría tenerlos en un libro para recordar sus exactas palabras, su belleza desnuda, su grave voz irremplazable.
Ahora, cuando me tengo que poner chaqueta, llevo en el bolsillo interior el reloj de Zoran.
Y late matemático, tic, tac, como sus palabras secas que calentaban el corazón.
martes, 15 de septiembre de 2015
EL OTRO
No entendía por qué el trabajo diario no le daba resultados, la vulgaridad se le acumulaba persistente, capa tras capa de óleo, era como entrenar lo fallido.
Y sin embargo, cuando visitaba a su colega pintor,( que deambulaba por las calles y cerraba el estudio durante días seguidos, como si no le importara su oficio, sin ánimo de exponer ni mostrar su obra), entonces, frente a los cuadros de su amigo, clamaba contra la injusticia del destino, aquellos cuadros del otro estaban tocados por la gracia, y eso era así, inapelable, inexplicable, allí estaba el temblor de la verdad, la humilde majestad de la vida.
Y sin embargo, cuando visitaba a su colega pintor,( que deambulaba por las calles y cerraba el estudio durante días seguidos, como si no le importara su oficio, sin ánimo de exponer ni mostrar su obra), entonces, frente a los cuadros de su amigo, clamaba contra la injusticia del destino, aquellos cuadros del otro estaban tocados por la gracia, y eso era así, inapelable, inexplicable, allí estaba el temblor de la verdad, la humilde majestad de la vida.
NO PRONUNCIES LA PALABRA
¿ Qué es la bici ? ¿ Un cuadro de carbono plateado con pedales para alejarme de la decrepitud ?
¿ Qué es la pintura ? ¿ Un sueño real de pigmentos para construir mi tierra prometida ?
¿ Qué es el amor ? ¿ verdaderamente lo que rompe mis fronteras personales ?
¿ El otro cuerpo para cubrir mi propia calavera?
¿ Qué buscas ? ¿ Qué es eso que nunca acaba de estar ahí ?
¡ Ah ! Lo sabes tú, lo sé yo,
persigues la misma cosa de la que huyes,
no pronuncies la palabra, por una vez se de verdad elegante y guarda silencio.
¿ Qué es la pintura ? ¿ Un sueño real de pigmentos para construir mi tierra prometida ?
¿ Qué es el amor ? ¿ verdaderamente lo que rompe mis fronteras personales ?
¿ El otro cuerpo para cubrir mi propia calavera?
¿ Qué buscas ? ¿ Qué es eso que nunca acaba de estar ahí ?
¡ Ah ! Lo sabes tú, lo sé yo,
persigues la misma cosa de la que huyes,
no pronuncies la palabra, por una vez se de verdad elegante y guarda silencio.
miércoles, 9 de septiembre de 2015
UN PINTOR ORIGINAL
Nos abre la puerta de su casa-estudio, Jerónimo es menudo, no tiene edad, su mujer June, permanece en la sombra, es suave, una sonrisa acogedora.
Jerónimo pinta la mayoría de sus cuadros en superficies pequeñas, en aluminio ligero. Su estudio es pulcro, impoluto. Cajas de papel duro y blanco donde duermen a oscuras sus cuadros. Nos saca con delicadeza el primero, lo pega en la pared y así lo vemos, y el pequeño cuadro hace vibrar toda la estancia.
Desde el primer momento entras en un universo único, una vivencia relatada en la intimidad,
no es un discurso solemne, es la vida diaria de un hombre que está cerca de las cosas sencillas: él delante de su caballete, él durmiendo junto a June, el bello rostro de su mujer y la delicadeza inmensa de unas manos, la historia y el acontecer de una pintura que partió de una referencia figurativa y acabó en un laberinto puntillista y luminoso, la abstracción como una llegada imprevista, una aventura incierta.
Sus cuadros son sencillamente emocionantes porque son verdad.
Jerónimo Elespe pinta pacientemente, no es un grandilocuente ni un miniaturista, sus cuadros concienzudos jamás pierden la frescura de la emoción, vibran temblorosos, nunca entran en la cárcel de lo formal ni en el arrebato de lo gestual. Sin ninguna palabra altisonante, con la humildad del franciscano, el pintor consigue que la realidad vaya entrando en el terreno atemporal de los sueños, todo es envolvente, física cuántica, misticismo silencioso, ya no sabemos si vivimos en la luz del día o en la nocturnidad refractaria.
El ying y el yang, lo denso y lo leve, realidad y abstracción, la corriente interna de la vida, lo que recuerdas justo antes de morir, lo que vives de verdad, de eso trata esta pintura extraordinaria y única.
Cuadros que van creciendo en nuestro interior, que permanecen latentes.
Se necesitan muchos años de pintura para que un cuadro terminado tenga el arrebato de lo iniciático.
Él lo consigue.
Nos habla al oído, la revelación nos llega desde su relato autobiográfico, no hay egocentrismo, sólo común hermandad.
La estancia está abierta, podemos entrar, con él, en el país de nunca jamás.
Jerónimo pinta la mayoría de sus cuadros en superficies pequeñas, en aluminio ligero. Su estudio es pulcro, impoluto. Cajas de papel duro y blanco donde duermen a oscuras sus cuadros. Nos saca con delicadeza el primero, lo pega en la pared y así lo vemos, y el pequeño cuadro hace vibrar toda la estancia.
Desde el primer momento entras en un universo único, una vivencia relatada en la intimidad,
no es un discurso solemne, es la vida diaria de un hombre que está cerca de las cosas sencillas: él delante de su caballete, él durmiendo junto a June, el bello rostro de su mujer y la delicadeza inmensa de unas manos, la historia y el acontecer de una pintura que partió de una referencia figurativa y acabó en un laberinto puntillista y luminoso, la abstracción como una llegada imprevista, una aventura incierta.
Sus cuadros son sencillamente emocionantes porque son verdad.
Jerónimo Elespe pinta pacientemente, no es un grandilocuente ni un miniaturista, sus cuadros concienzudos jamás pierden la frescura de la emoción, vibran temblorosos, nunca entran en la cárcel de lo formal ni en el arrebato de lo gestual. Sin ninguna palabra altisonante, con la humildad del franciscano, el pintor consigue que la realidad vaya entrando en el terreno atemporal de los sueños, todo es envolvente, física cuántica, misticismo silencioso, ya no sabemos si vivimos en la luz del día o en la nocturnidad refractaria.
El ying y el yang, lo denso y lo leve, realidad y abstracción, la corriente interna de la vida, lo que recuerdas justo antes de morir, lo que vives de verdad, de eso trata esta pintura extraordinaria y única.
Cuadros que van creciendo en nuestro interior, que permanecen latentes.
Se necesitan muchos años de pintura para que un cuadro terminado tenga el arrebato de lo iniciático.
Él lo consigue.
Nos habla al oído, la revelación nos llega desde su relato autobiográfico, no hay egocentrismo, sólo común hermandad.
La estancia está abierta, podemos entrar, con él, en el país de nunca jamás.
martes, 8 de septiembre de 2015
RAFAEL NADAL
Nadal ha dicho, después de su última derrota en el US Open , que a pesar de no estar durante este último año al nivel de su pasado esplendor, no piensa cambiar de entrenador y seguirá con su tío Toni, su entrenador de toda la vida. Voces expertas le aconsejaban un cambio, sin embargo él prefiere seguir junto a quien ha forjado su leyenda, 14 grandes ha conquistado Nadal apoyado por su equipo de siempre, ha resucitado ya dos veces y piensa que es posible una tercera vez con trabajo y manteniendo sus raíces.
En las empresas americanas, un trabajador llega un mal día a su mesa de trabajo y se encuentra con todos sus papeles en una caja, con su ordenador bloqueado, no vaya a ser que filtre información confidencial y sin teléfono móvil. Es la forma de decirle que está despedido.
El Sr Florentino Perez, monta una operación de compra venta de jugadores y utiliza a su portero titular, Keylor Navas, como moneda de cambio,- no eres más que un esclavo, negrito-, y sin previo aviso le obliga a cambiar de puesto de trabajo, de país y de ciudad en un solo día, con el solo argumento de que en el Manchester United iba a ganar más dinero. Cuando la operación falla, pide disculpas hipócritas para arreglar lo inarreglable.
Son los modos de esta época en que resultados y dinero son las únicas varas de medir.
Me gusta la elegancia de Nadal, ganaba él, pierde él, no busca responsables colaterales, sabe que la lealtad, la familiaridad, el afecto y el agradecimiento son mucho más importantes que los resultados. Todo eso es esencial, no lo es volver a ganar un grande, ya tiene catorce, mucho más de lo que él jamás soñó. Y además piensa que , junto a su equipo de siempre, volverá a ganar.
Creo que todo el mundo admira a Nadal.
Vaya ejemplo bonito.
Un ser humano que sabe ganar y perder y que jamás ha perdido el norte.
Me quito el sombrero ante el deportista, y sobre todo ante el ser humano.
Gracias Nadal.
En las empresas americanas, un trabajador llega un mal día a su mesa de trabajo y se encuentra con todos sus papeles en una caja, con su ordenador bloqueado, no vaya a ser que filtre información confidencial y sin teléfono móvil. Es la forma de decirle que está despedido.
El Sr Florentino Perez, monta una operación de compra venta de jugadores y utiliza a su portero titular, Keylor Navas, como moneda de cambio,- no eres más que un esclavo, negrito-, y sin previo aviso le obliga a cambiar de puesto de trabajo, de país y de ciudad en un solo día, con el solo argumento de que en el Manchester United iba a ganar más dinero. Cuando la operación falla, pide disculpas hipócritas para arreglar lo inarreglable.
Son los modos de esta época en que resultados y dinero son las únicas varas de medir.
Me gusta la elegancia de Nadal, ganaba él, pierde él, no busca responsables colaterales, sabe que la lealtad, la familiaridad, el afecto y el agradecimiento son mucho más importantes que los resultados. Todo eso es esencial, no lo es volver a ganar un grande, ya tiene catorce, mucho más de lo que él jamás soñó. Y además piensa que , junto a su equipo de siempre, volverá a ganar.
Creo que todo el mundo admira a Nadal.
Vaya ejemplo bonito.
Un ser humano que sabe ganar y perder y que jamás ha perdido el norte.
Me quito el sombrero ante el deportista, y sobre todo ante el ser humano.
Gracias Nadal.
lunes, 7 de septiembre de 2015
CON COLORES, SIN PALABRAS
Los cuadros me hablan, ellos son los que dirigen mis manos.
Las pinturas van ganando identidad propia, capa tras capa, erigiéndose independientes.
Quizá esos laberintos me lleven a territorios nuevos, a soluciones imprevistas.
Y cuando por fin llega la claridad, hay una seguridad inapelable.
Los cuadros se resuelven por dentro o por fuera.
En la juventud uno suele admirar y buscar la destreza formal, en la madurez importa menos la forma y más el latido interior.
Hay una belleza y una elegancia en la resolución del problema, hay una inmediatez, una sencillez, un desaliño necesario para que aflore la esencia. No hay teatralidad ni maquillaje, sólo la pureza del pintor en su proceso de depuración. El pulido posterior, la exquisitez del bruñidor, todo eso, a una edad, ya no importa, no hay tiempo que perder en orfebrería.
La presencia de la verdad aparece, la búsqueda cesa. La sombra de nuestro ser ha desaparecido, por fin somos invisibles, queda sólo el milagro de la pintura y la revelación.
Apenas un apunte del milagro vital.
Las pinturas van ganando identidad propia, capa tras capa, erigiéndose independientes.
Quizá esos laberintos me lleven a territorios nuevos, a soluciones imprevistas.
Y cuando por fin llega la claridad, hay una seguridad inapelable.
Los cuadros se resuelven por dentro o por fuera.
En la juventud uno suele admirar y buscar la destreza formal, en la madurez importa menos la forma y más el latido interior.
Hay una belleza y una elegancia en la resolución del problema, hay una inmediatez, una sencillez, un desaliño necesario para que aflore la esencia. No hay teatralidad ni maquillaje, sólo la pureza del pintor en su proceso de depuración. El pulido posterior, la exquisitez del bruñidor, todo eso, a una edad, ya no importa, no hay tiempo que perder en orfebrería.
La presencia de la verdad aparece, la búsqueda cesa. La sombra de nuestro ser ha desaparecido, por fin somos invisibles, queda sólo el milagro de la pintura y la revelación.
Apenas un apunte del milagro vital.
jueves, 3 de septiembre de 2015
PINTURA
Hay una sencillez en el acto de pintar, una persistencia infantil en el acto de mirar, una inocencia y un asombro. No estamos ante el sabio ni ante el intelectual ni ante el gurú. La pintura, como la música, es anterior al discurso, es prehistórica, es física y te mancha las manos y el corazón.
Y para coger impulso hay que regresar hasta mucho antes del ayer.
Y para coger impulso hay que regresar hasta mucho antes del ayer.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
SIN TÍTULO
El éxito suele estar indisolublemente unido al esfuerzo y a la voluntad, por eso es tan valorado. Pero hay miles de voluntariosos y esforzados que jamás conocen la victoria.
Lo esencial está, sin embargo, a la vista de todos, están las estancias abiertas, la vida misma es un presente, los cielos azules, la belleza que nos rodea.
La verdad suele esconderse, pura, en el corazón de los desheredados, el dolor limpia el alma de telarañas y de espejos, la pesadumbre te lleva naturalmente al desprendimiento del sufrimiento baldío. El amor verdadero está casi siempre más allá, no tiene adjetivos, o sería mejor decir que ignoramos si el balazo recién recibido nos quema o nos hiela la sangre.
El amor es invulnerable, ajeno a cualquier padecimiento, recibe sin límites, deja ir sin límites, acepta sin límites. Trasciende la frontera de la propia carne.
El éxito, sin embargo, no desencadena su propia depuración , es leve, grácil, acaricia, reconforta, llena las paredes de diplomas, de menciones honoríficas, uno puede llegar a creerse dueño de su propio destino, fuerte y poderoso.
Pero eso ya fue ayer.
Lo esencial está, sin embargo, a la vista de todos, están las estancias abiertas, la vida misma es un presente, los cielos azules, la belleza que nos rodea.
La verdad suele esconderse, pura, en el corazón de los desheredados, el dolor limpia el alma de telarañas y de espejos, la pesadumbre te lleva naturalmente al desprendimiento del sufrimiento baldío. El amor verdadero está casi siempre más allá, no tiene adjetivos, o sería mejor decir que ignoramos si el balazo recién recibido nos quema o nos hiela la sangre.
El amor es invulnerable, ajeno a cualquier padecimiento, recibe sin límites, deja ir sin límites, acepta sin límites. Trasciende la frontera de la propia carne.
El éxito, sin embargo, no desencadena su propia depuración , es leve, grácil, acaricia, reconforta, llena las paredes de diplomas, de menciones honoríficas, uno puede llegar a creerse dueño de su propio destino, fuerte y poderoso.
Pero eso ya fue ayer.
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