Hay una sencillez en el acto de pintar, una persistencia infantil en el acto de mirar, una inocencia y un asombro. No estamos ante el sabio ni ante el intelectual ni ante el gurú. La pintura, como la música, es anterior al discurso, es prehistórica, es física y te mancha las manos y el corazón.
Y para coger impulso hay que regresar hasta mucho antes del ayer.
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