miércoles, 9 de septiembre de 2015

UN PINTOR ORIGINAL

Nos abre la puerta de su casa-estudio, Jerónimo es menudo, no tiene edad, su mujer June, permanece en la sombra,  es suave, una sonrisa acogedora.
Jerónimo pinta la mayoría de sus cuadros en superficies pequeñas, en aluminio ligero. Su estudio es pulcro, impoluto. Cajas de papel duro y blanco donde duermen a oscuras sus cuadros. Nos saca con delicadeza el primero, lo pega en la pared y así lo vemos, y el pequeño cuadro hace vibrar toda la estancia.
Desde el primer momento entras en un universo único, una vivencia relatada en la intimidad,
no es un discurso solemne, es la vida diaria de un hombre que está cerca de las cosas sencillas: él delante de su caballete, él durmiendo junto a June, el bello rostro de su mujer y la delicadeza inmensa de unas manos, la historia y el acontecer de una pintura que partió de una referencia figurativa y acabó en un laberinto puntillista y luminoso, la abstracción como una llegada imprevista, una aventura incierta.
Sus cuadros son sencillamente emocionantes porque son verdad.
Jerónimo Elespe pinta pacientemente, no es un grandilocuente ni un miniaturista, sus cuadros concienzudos jamás pierden la frescura de la emoción, vibran temblorosos, nunca entran en la cárcel de lo formal ni en el arrebato de lo gestual. Sin ninguna palabra altisonante, con la humildad del franciscano, el pintor consigue que  la realidad vaya entrando en el terreno atemporal de los sueños, todo es envolvente, física cuántica, misticismo silencioso, ya no sabemos si vivimos en la luz del día o en la nocturnidad refractaria.
El ying y el yang, lo denso y lo leve, realidad y abstracción, la corriente interna de la vida, lo que recuerdas justo antes de morir, lo que vives de verdad, de eso trata esta pintura extraordinaria y única.
Cuadros que van creciendo en nuestro interior, que permanecen latentes.
Se necesitan muchos años de pintura para que un cuadro terminado tenga el arrebato de lo iniciático.
Él lo consigue.
Nos habla al oído, la revelación nos llega desde su relato autobiográfico, no hay egocentrismo, sólo común hermandad.
La estancia está abierta, podemos entrar, con él,  en el país de nunca jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario