Lo he mirado casi todo a través de las rejas de la ventana.
Mis ojos eran sensuales pero mis manos no tenían tacto.
Volaba del suelo al techo de mi celda.
Alguna vez salía al patio y el aire limpio en mi cara volteaba todas las tempestades de mi corazón.
Hoy amo con los ojos entornados porque en algún momento la belleza de la tierra nos ciega.
Y el que arde en otro cuerpo acaba quedándose helado.
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