Escuchaba la entrevista de un torero, hablaba del toreo de salón, de su importancia. De como recrearse en la soledad, de depurar ahí la belleza ... para que luego saliera natural eso en la plaza y ante la fiereza del toro.
Igual en la pintura. El arte abstracto, la máxima libertad, el espíritu sin límites. Eso es toreo de salón.
Y la figuración es torear con el toro.
Me viene ahora la última piedad de Miguel Angel, la piedad Rondanini, en El Castillo Sforzesco de Milan. Está ya más allá del realismo y de la perfección que buscaba el joven Miguel Angel en su primera piedad del Vaticano. La piedad Rondanini está despojada de detalles, es pura espiritualidad desbordando la forma, es sólo presencia, nos pone ante el misterio, llenando el aire de temblor. Suspendida fuera del tiempo, fuera de cualquier "ismo", en otra frontera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario