sábado, 31 de mayo de 2014

KILLASHEE

Era la primera vez que salía de España, la primera vez que volaba en avión, la primera vez que mis padres me dedicaban su compañía.
   Llegamos a Dublin, y dormimos en un hotel, recuerdo los taxis, las luces nocturnas, la cama blanca y mullida; todo era sorprendente para un niño acostumbrado a vivir en el campo.
  Al día siguiente hicimos un viaje en coche atravesando prados verdes y árboles inmensos.
Hasta llegar a un gran edificio gris rodeado de jardín y un bosque cercano.
Allí nos recibieron unas monjas y me llevaron a ver unos caballos en el prado del bosque.
Aquel caserón ceniciento tenía el color de las nubes y sus torres llegaban hasta el cielo. Había una extraña máquina de cortar la hierba y una avispa amarilla que no paraba.  Cuando volví del paseo, mi madre ya no estaba.
        Se había ido.
 Yo me quedé en compañía de aquellas monjas. No entendía el inglés, así que no sabía de que me hablaban ni donde estaba ni por qué. Me llevaron a una habitación y me presentaron a otro niño, Martin Lavin. Me pusieron el uniforme encima de mi cama. Recuerdo la gorra de franela burdeos con un triángulo gris en el frontal, y ahí dentro el escudo con dos corazones y las letras doradas : L.S.U. Killashee : el nombre del internado.
  Se me abrió un vacío insondable en el corazón.
  Yo tenía 7 años.
 Y ahí empezó todo.

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