Estábamos en la gran pradera verde. Ya no quedaban socios en PH. Dando bolas, una y otra y otra. Repitiendo el gesto para hacer natural el swing sin esfuerzo, ese que lanza la bola en la trayectoria soñada. Pedro, Diego, y yo. Un padre con sus dos hijos. Pero eso no era lo importante. Eramos, en aquel lugar y momento, tres jugadores de golf. Tres samurais en busca del movimiento perfecto. Era esa última hora de la tarde en la que ya no hay sombras, sólo se oía el roce de las maderas acariciando la hierba, y el sonido seco del impacto en la bola.
Y entonces empecé a gritar...¡¡¡¡¡AAAAAAH!!!!!!... La euforia no tiene palabras....El grito llegó al final del campo de practicas y más allá de la gran pradera....
Recuerdo tantas veces ese momento, está grabado ahí, en algún lugar suspendido.
Pedro se quedó mirándome un rato..."- Lo vives, eh?... Como lo vives !!!!
El es hoy jugador profesional de golf, él si es un verdadero Samurai.
Un día de estos va a armar un taco...
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