En el entrenamiento de los ciclistas, perder peso, eliminar grasa, es esencial para subir mejor, el ciclista ligero vuela cuesta arriba, la cuesta siempre nos enfrenta a nuestro verdadero estado de forma. La cara va dejando ver los pómulos, los ojos se hunden en sus cuencas, el cuello se afina, la piel va tomando la forma del cráneo. Ese proceso de afinarse es a base de sufrimiento, hay que ir, cada día, un poco más allá en la resistencia al dolor, hasta que uno encuentra su límite, esa frontera en que perder más peso, significa perder fuerza y entrar en el umbral de la enfermedad, en la indefensión ante las bacterias y los virus. La ropa tapa la potencia descomunal de los ciclistas, esas piernas de acero, escultóricas que se han armado de músculos para vencer al sufrimiento.
Igual sucede en la conquista de nuestro ser esencial. No se trata tanto de acumular, sino del proceso contrario. Aprender el desapego: Las pérdidas no son tales, cada una de ellas es una liberación.
Liberarse de tantas cosas que creemos necesarias y que en verdad no lo son. Vivir es también aprender a ser libres, y eso implica ponernos a prueba, no hacen falta grandes posesiones, ni bibliotecas abarrotadas, ni una erudición presuntuosa. Las verdaderas cosas esenciales poco tienen que ver con lo que compra el dinero, y si el dinero puede comprar algo, eso no es esencial. Lo fundamental es un estructura interna flexible y fuerte para superar los momentos difíciles a los que la vida nos enfrenta.
Hay que experimentar ese límite de nuestro cuerpo y de nuestra alma. Ligeros de equipaje subimos mejor las cuestas y afrontamos más libres los momentos de crisis. Y en la felicidad sucede un estado de levedad opuesto a la rotunda densidad de las cosas materiales.
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