Son tus ojos los que ríen,
Belén,
es toda tu piel,
hasta tu pelo denso y oscuro es una noche sonrisa,
da igual lo injusta que haya sido la vida contigo.
Eres salvaje.
Sólo dejas de sonreír cuando hablas de tus heridas,
entonces te ríes más todavía.
Y crees que no tienes voz
y que nadie te escucha.
Y es verdad.
Porque todos se quedan sordos
al ver tu sonrisa,
solamente hay ojos bendecidos.
Y cuando no estás tú
no es el trazo dulce de tu cuerpo,
no son tus palabras
ni tus ojos castaños
ni tu piel aceituna
ni tu olor a agua.
Sí, es todo eso...
Y me vuelvo un exiliado
del glorioso silencio en curva de tu boca.
Que lo sepas:
Las tristes palabras se retiran al limbo
ante la clarividencia loca de tu alegría.
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