El arquitecto Gaudí escribió para si mismo un decálogo moral en su juventud. Ya anciano dijo que la vida se había ido ocupando de darle la vuelta a cada uno de sus valores. De joven era un dandi rubio con ojos azules y vestido con zapatos y trajes caros. De viejo, la gente lo confundía con un vagabundo. Sólo tenía ojos para la belleza de su arquitectura, la naturaleza y Dios. Se hizo vegetariano y comía frugalmente. Pensaba que había que pasar frío en invierno y calor en verano. Vivía en el estudio que tenía en el templo de La Sagrada Familia, sin calefacción, en una cama rodeada de planos y dibujos, se inspiraba en las formas vegetales y orgánicas para crear sus formas soñadas. Su vida fue una aventura espiritual.
Quien se atrinchera en sus ideas y no se abre a la vida cambiante, se convierte en un cadáver. Cambiamos por fuera, evolucionamos por dentro.
Apenas somos nubes mutantes.
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