lunes, 9 de junio de 2014

CHARLES CHAPLIN

Chaplin fue un hombre que tuvo un triunfo total, pero nunca olvidó sus orígenes humildes ni sus abismos interiores. Y por eso sus películas son también totales, sensibilidad, talento, comicidad, tragedia, romance, lucha, belleza, música, sonrisas , lágrimas; y casi siempre en ambientes marginales, en los suburbios de la vida, en esas orillas donde la miseria o el dolor están ahí amenazantes. Sin embargo, el modo de afrontar esa marginación no es con quejas ni lloriqueos. Es siempre con entusiasmo, mirando de frente a lo oscuro, él siempre veía la luz entre las tinieblas. Una patada en el culo al poder y a la adversidad.
  En Candilejas, película de la era de cine hablado, hay una función teatral final en la  que él, Calvero, un cómico que fue grande y que está alcoholizado y acabado, hace el último número con otro colega jubilado( nada más y nada menos que Buster Keaton). Es un homenaje en toda regla al cine mudo y al teatro, el origen de esos dos genios inmensos. Eso hay que verlo, así que no lo voy a explicar, pero es uno de los momentos sublimes del cine de todos los tiempos.
 Terminando la actuación , en la que los dos cómicos ancianos rompen las risas y la emoción del público, Calvero-Chaplin cae a un tambor de la orquesta desde el escenario, y ahí se siente morir. En las candilejas del teatro, mientras se escuchan los aplausos atronadores, y su muerte parece inevitable, él dice: "Quien sabe, he muerto y resucitado ya tantas veces..."
  En el cine de Chaplin,  hay una pureza clásica que ya es eterna. Los primeros planos de su rostro, mirando directamente a la cámara, sin máscaras, sólo sus ojos mirándonos. Calvero en pijama de rayas, despierto tras una pesadilla en la que las sillas del teatro estaban vacías, y el público se había ido aburrido y harto; Y el artista nos mira con pánico, desde su soledad y su fracaso, busca al público , suplica su presencia, su empatía, necesita el aplauso, esa forma sonora de afecto. Y en el último plano otra vez sus ojos, sólo sus ojos.
 O en Luces En La Ciudad, en el momento en que la ciega rica, se baja de su coche lujoso, y ha recuperado la vista, y toca la mano del vagabundo, y sabe entonces que la persona que le amaba en silencio es ese ser andrajoso...Y volvemos a ver el rostro de Charlot, y la mirada total, trágica, la mirada del enamorado que ya no tiene esperanza pero si dignidad.
  Una mirada servida en silencio.




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