El malo nunca envidia al bueno, pues la maldad considera a la bondad como una suerte de estupidez.
Conocí a un tiburón que decía sin pudor que su imperio se asentaba sobre la estupidez cristiana, que esa religión le venía muy bien, pues él estaba dando bofetadas y las víctimas le ponían la otra mejilla.
¿ Pero a quién le puede sorprender esa postura ?
Es el bondadoso el que camina entre dudas, la bondad te va colocando al final de la fila hasta quedar finalmente el último en la cola.
Pero la bondad no sólo es bondad, la bondad es inteligencia y profundidad.
Por eso, por inteligencia, el bondadoso no tiene que esperar viendo como le pisotean.
Solamente hacen cola los que quieren llegar a una meta conocida.
La bondad te lleva a otro lugar inimaginable para el malvado que se reía de los tontos cristianos.
Hay que abandonar esa fila, en esa muchedumbre alineada sólo están los tramposos, los que dan codazos, los sin código.
Apártate de ellos.
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