domingo, 17 de mayo de 2015

EL PARAÍSO

Es milagroso lo bien que nos llevamos Belén y yo,
a ella le gusta bajar las cuestas
a mi subirlas,
ella prefiere el jolgorio y la muchedumbre,
yo me encuentro en la paz de los escarpados solitarios.
Ella es espontánea y suelta las cosas según suceden
yo las digo dos años tarde.
Ella es alegre, yo melancólico sin ninguna razón.
Sin embargo cuando cruzamos las manos
me sorprende el parecido que tienen,
ya no sé cual son las suyas,
cual las mías.

Pertenecemos los dos a ese rincón soleado del planeta,
donde la gente se tumba en la hierba sombreada por los magnolios,
y todos permanecen en ese estado anterior a cualquier ambición,
y las peonzas siguen girando
y las canicas recogen los rayos del sol
y todos los caminos conducen al primer y último paraíso.

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