martes, 12 de mayo de 2015

IRU , CARCHIN Y YO .

Aquella ligereza que atravesaba las retamas y saltaba los ríos, que galopaba sin parar, que en alarde de felicidad corría veloz haciendo círculos, hacía tiempo que se había perdido. Era tan guapo que todos creían que era hembra, es verdad que Iru tenía algo femenino, era grácil, andaba levemente, pero era un macho Spagniel Breton.
Ahora ya tan viejo, economizaba su tiempo, se pasaba el día tumbado en el sillón del cuarto de palos de golf, enfermo, le habíamos operado tres veces de un cáncer que se volvía a reproducir. Le costaba salir para su pequeño paseo, en el costado el bulto sanguinolento era cada vez mayor, no hubiera resistido otra cirugía.
Carchín llamó a su amiga veterinaria, ella había sido monitora en su campamento de Layos, ayudaría a Iru en su último viaje. Vino conmigo al estudio, apenas podía andar, le preparamos una cortina mullida, color avellana, para que se tumbara, y Carchín le hablaba dulcemente, le acariciaba el cogote, nos estábamos despidiendo de él.
 El transito fue imperceptible.
Creemos que la muerte es algo sobrenatural, en verdad no sé que significa esa palabra.
La muerte y la vida están unidas, ni siquiera hay una linea divisoria.
Iru vivió en amor y murió en los brazos de Carchín y en los mios.
Hemos vivido Carchín y yo tantas cosas juntos.

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