sábado, 20 de febrero de 2016

PAOLO SORRENTINO YOUTH

Suprema elegancia, sabiduría total, humor, cada cm de diálogo y cada imagen plena de inspiración.
En " Juventud", de Paolo Sorrentino , dos ancianos artistas residen por un tiempo en un balneario de los Alpes. Hacen balance de sus vidas y su amistad. Las evaluaciones de sus respectivas trayectorias están trazadas con ferocidad, nada es blanco o negro, la contradicción humana nos enriquece y está vista desde el gran angular integrador, nunca desde el juicio moral castrante. El deseo llena la pantalla como un gran búho albino, es el último vuelo en esa hora indivisible entre la noche y el día.
No hay lugar para el horror, sólo la emoción nos desborda y merece la pena vivirse, la emoción sin nombre que planea al margen de cualquier moral.
La flor justo antes de marchitarse, la lucidez del que se despide anhelante de perpetuar las imágenes que no quisiera nunca olvidar.
La realidad y los sueños, la vejez y la juventud, las palabras sabias pronunciadas indistintamente por viejos y niños, la génesis de la creación artística emergiendo del bosque, guiada en genuina soledad, por la mano maestra del viejo director de música, interpretado por Michael Caine.
Las barreras generacionales derribadas por el talento sin edad, la vulnerabilidad humana inseparable del que en verdad ama, ¡ah!, el amor como el germen de todo lo vivo, como la gran obra maestra siempre escapándose entre nuestras manos, resbalando por los cuerpos bellos, en la frente de la hija besada por su padre, en el astro del balompié, gordo y patético, el eterno 10 que sigue haciendo milagros con la zurda, en el lama levitando, en la delicada nieve de las cumbres, en las manos reconfortantes de la masajista, en el corazón limpio del alpinista enamorado.
El final, sin subrayado, de una pureza total, resonando en la voz de la soprano que interpreta la creación del protagonista central, la emoción emancipada de cualquier atisbo de sentimentalismo.
Un final sublime que sintetiza en melodía todo ese mundo denso y arrebatado que acabamos de contemplar y que es intraducible en palabras pero se materializa en nuestro corazón a través de la gran música y las imágenes imperecederas.
Sí, otra vez la gran belleza.

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