Blancas las cumbres y los almendros,
todo enloquecido en esta extraña estación de nieves y flores
en la que llegan todos los trenes
y no parte ninguno.
Quisiera saludar y me voy despidiendo,
quisiera renacer y me voy repitiendo,
quisiera ser y no soy
quisiera hablar y estoy mudo.
Quizá es que hay frases premonitorias que jamás deben pronunciarse.
Quisiera saber por qué subo la escalera para no abrir la puerta
y qué escalones son esos que conducen a la nevera de mi corazón.
Quisiera explicaros el sabor de la deserción y su extraño placer,
pero no me sé mis rutas prohibidas
ni por qué acaban
en la inmaculada cobardía de la nada.
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