Bailaban los moribundos libres ya de la vergüenza,
los niños vestían con corbatas y zapatos oscuros y se examinaban con gravedad en sus rostros,
los caballos galopaban por el mar y los pájaros negros se lanzaban surcando las profundidades de la tierra.
Hace tiempo que sonó la campana del recreo anunciando la vuelta a clase, pero no regresé.
Prófugo, ya no miro hacia atrás.
Salto por los caminos pedregosos con la ligereza de los desaparecidos.
Aquí la música es dulce.
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