Hay olas que revienen con su carga de arena y resaca, personas que se revuelven una y otra vez en su propia naturaleza, que pocos pueden decir que cambiaron, que consiguieron sobreponerse a sus carencias y sus debilidades.
En Oriente creen en la transformación, están los yoguis, los samuráis, la meditación, una persona cualquiera decide subirse al monte para vencer sus demonios interiores. Ahí, en las altas montañas residen los Lamas. No sé si esa revolución interior, ese trabajo activo de la oración diaria es efectivo, desde occidente seguimos mirando por encima del hombro. Aquí se busca el dinero, la riqueza, el poder. Toda esa búsqueda de espiritualidad y paz está situada en los márgenes, aunque las catedrales se construyeran en medio de las ciudades.
Yo sigo creyendo que la revolución pendiente es la educación, que el verdadero cambio necesario el individual, que el hombre que profundiza en su humanidad es capaz de transformar todo lo que toca, que no sólo la luz está en los cielos azules, que el hombre desconocido que camina a tu lado puede llenar la tierra que pisa de estelas luminarias.
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