Días en que una corriente de amor te arrolla dulcemente, todo va adquiriendo un sentido, el tiempo de la realización es lento, la roca va adaptando su curva tras años de erosión, el agua va puliendo la piedra, el amor va llegando silenciosamente.
Subía temprano a Madrid, y por la ventana del coche veía a las mujeres maduras con gafas de sol y ropa de hacer ejercicio, quieren mantenerse en forma, envejecer es duro. Ver como se va arrugando nuestro rostro, el cuerpo desprendiéndose, la belleza marchitándose. Todos nos agarramos a la fuerza de la juventud, a la tersura de la carne, queremos perpetuarnos en la belleza.
Y Belén le pregunta al padre Ignacio por el sentido de la vida eterna, y él, aunque es un sacerdote, se queda sorprendido por una pregunta fuera de su contexto ordinario, no están en el templo, están bajo el sol espléndido de Junio, rodeados por los enebros y las colinas amarillas, en la cuenca del Guadarrama.
La vida , Belén, hoy y en la eternidad, es sólo amor, lo demás es humo.
martes, 30 de junio de 2015
lunes, 29 de junio de 2015
SE ES O NO
Decía Juan ramón: “ En arte se es o no”
Era su forma desnuda de negar jerarquías, el arte no es competencia como el deporte, no hay números uno y dos.
¿ Cómo comparar la humildad de Morandi con la grandilocuencia de Miguel Ángel?
Uno te lleva al silencio, a la quietud y al retiro de la oración, el gigante te lleva al éxtasis y a una plenitud más allá de lo terrenal. Son caminos contrapuestos, los cuerpos musculados, hinchados y retorcidos de Miguel Ángel te hacen cruzar fronteras terrenales hasta que la emoción estalla en un éxtasis, Miguel Ángel retuerce la belleza, la recarga, hasta que Rondanini acaba siendo un suspiro, una vertical de espiritualidad, la piedra despojada, la emoción pura.
Morandi prescinde de la sensualidad, pinta tartamudeando, hace temblar las formas, su color es incoloro, su mundo no es de este mundo.
Morandi se desnuda hasta de su oficio de pintor.
Miguel Angel se erige en inalcanzable, inhumano, capilla Sixtina, mil cuerpos, mil cabezas, mil escorzos imposibles, canteras de mármol, esclavos titánicos, mausoleos prodigiosos ¿ Pero realmente todo esto lo hizo un hombre?
Morandi en su resta parece la abuela jubilada que pinta torpemente los domingos.
Y los dos combaten contra su estupor íntimo, arañan la tierra buscando un más allá.
Uno restando, otro multiplicando, nos llevan hasta lo sagrado, hasta el mismo centro del misterio.
¿ Dónde quedan entonces los números, el 1 y el 2, el 25 y el 100 ?
Se es o no se es, no hay más.
Era su forma desnuda de negar jerarquías, el arte no es competencia como el deporte, no hay números uno y dos.
¿ Cómo comparar la humildad de Morandi con la grandilocuencia de Miguel Ángel?
Uno te lleva al silencio, a la quietud y al retiro de la oración, el gigante te lleva al éxtasis y a una plenitud más allá de lo terrenal. Son caminos contrapuestos, los cuerpos musculados, hinchados y retorcidos de Miguel Ángel te hacen cruzar fronteras terrenales hasta que la emoción estalla en un éxtasis, Miguel Ángel retuerce la belleza, la recarga, hasta que Rondanini acaba siendo un suspiro, una vertical de espiritualidad, la piedra despojada, la emoción pura.
Morandi prescinde de la sensualidad, pinta tartamudeando, hace temblar las formas, su color es incoloro, su mundo no es de este mundo.
Morandi se desnuda hasta de su oficio de pintor.
Miguel Angel se erige en inalcanzable, inhumano, capilla Sixtina, mil cuerpos, mil cabezas, mil escorzos imposibles, canteras de mármol, esclavos titánicos, mausoleos prodigiosos ¿ Pero realmente todo esto lo hizo un hombre?
Morandi en su resta parece la abuela jubilada que pinta torpemente los domingos.
Y los dos combaten contra su estupor íntimo, arañan la tierra buscando un más allá.
Uno restando, otro multiplicando, nos llevan hasta lo sagrado, hasta el mismo centro del misterio.
¿ Dónde quedan entonces los números, el 1 y el 2, el 25 y el 100 ?
Se es o no se es, no hay más.
sábado, 27 de junio de 2015
SOLDADOS
Soldado de la pintura, soldado del amor, soldado del deporte, periodos prolongados de mi vida en la que todo seguía un orden establecido, como si perteneciera a una orden determinada o a un ejército, a un equipo de afilados ciclistas. Esa sensación de obedecer sin rebelarse, de tener una rutina diaria, un orden vital, un objetivo claro, el mismo uniforme todas las mañanas, las mismas botas, la hora de levantarse y de acostarse.
Limpiar los pinceles, desengrasarlos, dejarlos listos para el siguiente día.
Y la vida suele ser productiva en esos periodos de estabilidad, parece que hay un cierto sentido. Como cuando uno avanza en oración por un rosario, repitiendo las mismas letanías.
Quizá haya gente que viva su vida siempre así, otros vemos interrumpidas nuestras trayectorias, y nos rompemos, obligados a reconstruirnos del todo.
La vida deja de ser una linea recta, no sé si es mejor o peor, a veces es preciso enumerar los hechos de una forma aséptica, no juzgar, no opinar, no afiliarse en ningún sentido, ser apátrida, vagabundo, dejar que el agua corriente nos lleve, ver nuestras vivencias como si fueran ajenas, ver el dolor sin pronunciar la palabra, solamente vivir la sensación.
Sé lo que es tener la mirada clavada en una meta y también sé lo que es verse invadido por la sorpresa, por la fuerza vital de lo inesperado, las resurrecciones, el milagro vital, la nueva luz.
No ser por siempre un soldado, no ser eternamente un vagabundo.
Trabajar como un obrero, sentir como un visionario.
Entender a los obedientes, comprender a los rebeldes, poder andar descalzo por la pradera cuesta abajo, calzarse las botas pesadas y emprender de nuevo las subidas.
Mirar las nubes y pintarlas.
Limpiar los pinceles, desengrasarlos, dejarlos listos para el siguiente día.
Y la vida suele ser productiva en esos periodos de estabilidad, parece que hay un cierto sentido. Como cuando uno avanza en oración por un rosario, repitiendo las mismas letanías.
Quizá haya gente que viva su vida siempre así, otros vemos interrumpidas nuestras trayectorias, y nos rompemos, obligados a reconstruirnos del todo.
La vida deja de ser una linea recta, no sé si es mejor o peor, a veces es preciso enumerar los hechos de una forma aséptica, no juzgar, no opinar, no afiliarse en ningún sentido, ser apátrida, vagabundo, dejar que el agua corriente nos lleve, ver nuestras vivencias como si fueran ajenas, ver el dolor sin pronunciar la palabra, solamente vivir la sensación.
Sé lo que es tener la mirada clavada en una meta y también sé lo que es verse invadido por la sorpresa, por la fuerza vital de lo inesperado, las resurrecciones, el milagro vital, la nueva luz.
No ser por siempre un soldado, no ser eternamente un vagabundo.
Trabajar como un obrero, sentir como un visionario.
Entender a los obedientes, comprender a los rebeldes, poder andar descalzo por la pradera cuesta abajo, calzarse las botas pesadas y emprender de nuevo las subidas.
Mirar las nubes y pintarlas.
miércoles, 24 de junio de 2015
LEONARD COHEN
"There is a crack in every thing,
That´s how the light get´s in."
Cuánta paz y belleza es capaz de transmitir el ser que la busca y no la encuentra.
Los dos últimos conciertos en Madrid del Maestro Leonard, fueron milagrosos.
Las canciones de siempre mejor mejor dichas que nunca.
Unos músicos prodigiosos, una calidad en directo sublime.
Una elegancia profunda.
Una verdad pronunciada con humor y gravedad, los contrarios equilibrándose.
Fiesta y rito, celebración y oración.
El creador se arrodilla ante sus propios músicos, les agradece su virtuosismo,
la belleza que le otorgan a sus propias canciones.
El maestro se quita gravemente el sombrero y se gira entonces hacia nosotros,
nos saluda como un anciano venerable de vuelta de todo.
Leonard se inclina ante la inmensa vida, pero sigue de pie, inmortal.
AL REVÉS
¿ Y si fuera al revés ?
¿Y si las cosas que no salen o acaban malogradas fueran por causa de nuestra falta de amor y entusiasmo?
Si dejáramos de protestar por gafes y mala suerte, si dejáramos atrás la cantinela del lamento, si sencillamente un buen día empezáramos a cambiar y a reconocer que las cosas pueden cumplirse cuando nos hemos ofrecido total y apasionadamente. Entonces, ese día, habríamos dado el paso necesario e imprescindible.
Toca la guitarra y canta, anda por las calles, ponte tus gafas oscuras y camina bajo el sol, sientate en una plaza y mira a la gente.
La luz en los árboles, las distintas formas de caminar, los que llevan prisa, los acelerados y los parsimoniosos, los sonrientes y los avinagrados.
La vida es un teatro.
Un milagro.
Existes.
El sinsentido es preguntarte por el sentido de todo.
¿Y si las cosas que no salen o acaban malogradas fueran por causa de nuestra falta de amor y entusiasmo?
Si dejáramos de protestar por gafes y mala suerte, si dejáramos atrás la cantinela del lamento, si sencillamente un buen día empezáramos a cambiar y a reconocer que las cosas pueden cumplirse cuando nos hemos ofrecido total y apasionadamente. Entonces, ese día, habríamos dado el paso necesario e imprescindible.
Toca la guitarra y canta, anda por las calles, ponte tus gafas oscuras y camina bajo el sol, sientate en una plaza y mira a la gente.
La luz en los árboles, las distintas formas de caminar, los que llevan prisa, los acelerados y los parsimoniosos, los sonrientes y los avinagrados.
La vida es un teatro.
Un milagro.
Existes.
El sinsentido es preguntarte por el sentido de todo.
martes, 23 de junio de 2015
ELISA Y LA BELLEZA
Circulamos por autopistas a toda velocidad,
Y cuando llegamos , decimos: No es esto, no es esto.
Y cuando llegamos , decimos: No es esto, no es esto.
Y la vida se va quedando oculta por los senderos adyacentes.
El destino final es una quimera,
Por eso volvemos atrás en los sueños,
Y vemos a nuestra joven madre eterna.
Quizá esa es la verdadera querencia,
Y va cambiando de rostro.
Y subimos por el árbol de nuestra infancia
Para descender ancianos por el tronco de nuestra madurez y nuestra razón ciega.
El tiempo es una aguja que va pinchando las burbujas circulares,
La materia es también una pompa vacía,
Todo tiene su fecha de caducidad,
Ya no soy el mismo,
Puedo elgir aquel rostro luminoso del niño,
Hoy me he visto en el espejo minutos antes de mi muerte.
Es curioso como acabo siempre en los mismos brazos
Cuando regreso por el laberinto de los días,
Y lloro por Elisa
Antes de que ella nos dejara.
Era gorda y fea
Pero sabía amar de verdad.
Y nos estrujaba a los cinco hermanos
Un poco y mucho, hartos de tanta belleza fría
Y tantos brazos pasivos.
Hace mucho que camino por los senderos,
Ahora sonrío entre los destellos de la belleza
Y los brazos gruesos del afecto.
Y siempre vuelvo, rebelde.
Y por la mañana amanezco con los pelos encrespados,
Ya no sé si es más cierto el sueño o la vigilia.
No es esto, no es esto...
No es esto, no es esto...
lunes, 22 de junio de 2015
CURVA PROPIA
Estudios de todo tipo, estudios psicológicos de la comisura de la boca, de la inclinación de nuestros ojos, del encorvamiento de la espalda, del arqueamiento de las piernas, no va a quedar un milímetro de nuestro cuerpo sin que lo analicen exhaustivamente.
Y según esos estudios, podría decir como dijo Miguel Hernandez: “ Yo sé que ver y oír a un triste enfada, cuando se viene y va de la alegría, como de un mar meridiano a una bahía”
La caída de mis ojos, la espalda encorvada, mi voz atenuada. ¡Ah!, sí, ese soy yo, y no pienso estudiar ni hacer caso de todas esas estadísticas falsas, superficiales, que quieren llegar a la postura unificada y perfecta. ¡ Pues claro! Se torea como se es, y cada torero tiene su estilo único, cada cual debe tener su propia voz, y andar a su manera, los meandros naturales de nuestro propia corriente, que no vengan los ingenieros con el cauce rectilíneo, perfecto, arrasador de la individualidad.
Sí, ya sabemos que hay que ir con la espalda recta, sacando pecho, la nariz hacia arriba, la cabeza alta, la sonrisa blanca y la voz firme.
Pero la vida es irregular, no todo es positivo, no todo es ideal, a veces se tartamudea.
Sigamos nuestra propia curva.
Y según esos estudios, podría decir como dijo Miguel Hernandez: “ Yo sé que ver y oír a un triste enfada, cuando se viene y va de la alegría, como de un mar meridiano a una bahía”
La caída de mis ojos, la espalda encorvada, mi voz atenuada. ¡Ah!, sí, ese soy yo, y no pienso estudiar ni hacer caso de todas esas estadísticas falsas, superficiales, que quieren llegar a la postura unificada y perfecta. ¡ Pues claro! Se torea como se es, y cada torero tiene su estilo único, cada cual debe tener su propia voz, y andar a su manera, los meandros naturales de nuestro propia corriente, que no vengan los ingenieros con el cauce rectilíneo, perfecto, arrasador de la individualidad.
Sí, ya sabemos que hay que ir con la espalda recta, sacando pecho, la nariz hacia arriba, la cabeza alta, la sonrisa blanca y la voz firme.
Pero la vida es irregular, no todo es positivo, no todo es ideal, a veces se tartamudea.
Sigamos nuestra propia curva.
martes, 16 de junio de 2015
EN EL INTERNADO. KILLASHEE 2
Aquella primera noche en Killashee, aullaba un lobo negro en mi corazón. Mi compañero de dormitorio, Martin Lavin, olía horrible. En la pequeña silla asignada en la habitación, estaba mi gorra, mi camisa, mi corbata y unos pantalones de franela, la única pequeña alegría que era capaz de sentir, ese tejido gris y cálido, un pantalón elegante al que no estaba acostumbrado.
Todavía no tenía la ropa del equipo de fútbol, camiseta verde y pantalón blanco, con las medias verdes y las vueltas blancas. Ni las botas de fútbol de cuero.
Aquella noche el cielo oscuro giraba como en los cuadros de Van Gogh, y todavía no sabía lo que era la soledad, sólo sentía un gigantesco abandono que poblaba el mundo entero.
A la mañana siguiente, nos levantaron temprano, me encontré en los lavabos y en las duchas con mi primo Javi, él no hacía más que llorar y preguntar por su madre, nadie le entendía, yo pensaba que era estúpido lloriquear, no valía para nada, recuerdo el agua helada en nuestros cuerpos ateridos de frío, estos ingleses parecían ignorar lo bueno que era un baño de agua caliente. La monja joven de mirada gélida, me obligaba a darme un segundo lavado. Los irlandeses eran blancos y pecosos, yo era moreno y a ver si pensaba que lavando muchas veces la piel se iba a aclarar. Lo que no entendía ni sabía decir, era por qué no le obligaban a Martin Lavin a lavarse una y mil veces, ese olor era penetrante, quizá Martin estaba en verdad muerto de pena, y olía a cadáver.
No sé por qué los sentimientos no huelen, o quizá sí, y Martin era un adelantado a su tiempo, un profeta que se expresaba como las mofetas, expandiendo su olor. El odio puede que huela a pescado podrido, la maldad a mierda y la bondad a hierba verde y a heno.
Pronto empezaron las pequeñas alegrías, el desayuno era el mejor desayuno que yo jamás había probado. Un pan de molde más tierno que el corazón de una hada buena, una mermelada de frambuesa exuberante, gachas con azúcar y la leche más blanca y cremosa que imaginarte puedas. Había también bizcochos con pasas y azúcar glass, y unas magdalenas tamaño XXL, de chocolate y de vainilla y limón.
Al acabar el desayuno pasamos por la puerta principal, inmensa, elíptica, allí me había dejado el día anterior mi madre, todavía no sé por qué no se despidió.
Todavía no tenía la ropa del equipo de fútbol, camiseta verde y pantalón blanco, con las medias verdes y las vueltas blancas. Ni las botas de fútbol de cuero.
Aquella noche el cielo oscuro giraba como en los cuadros de Van Gogh, y todavía no sabía lo que era la soledad, sólo sentía un gigantesco abandono que poblaba el mundo entero.
A la mañana siguiente, nos levantaron temprano, me encontré en los lavabos y en las duchas con mi primo Javi, él no hacía más que llorar y preguntar por su madre, nadie le entendía, yo pensaba que era estúpido lloriquear, no valía para nada, recuerdo el agua helada en nuestros cuerpos ateridos de frío, estos ingleses parecían ignorar lo bueno que era un baño de agua caliente. La monja joven de mirada gélida, me obligaba a darme un segundo lavado. Los irlandeses eran blancos y pecosos, yo era moreno y a ver si pensaba que lavando muchas veces la piel se iba a aclarar. Lo que no entendía ni sabía decir, era por qué no le obligaban a Martin Lavin a lavarse una y mil veces, ese olor era penetrante, quizá Martin estaba en verdad muerto de pena, y olía a cadáver.
No sé por qué los sentimientos no huelen, o quizá sí, y Martin era un adelantado a su tiempo, un profeta que se expresaba como las mofetas, expandiendo su olor. El odio puede que huela a pescado podrido, la maldad a mierda y la bondad a hierba verde y a heno.
Pronto empezaron las pequeñas alegrías, el desayuno era el mejor desayuno que yo jamás había probado. Un pan de molde más tierno que el corazón de una hada buena, una mermelada de frambuesa exuberante, gachas con azúcar y la leche más blanca y cremosa que imaginarte puedas. Había también bizcochos con pasas y azúcar glass, y unas magdalenas tamaño XXL, de chocolate y de vainilla y limón.
Al acabar el desayuno pasamos por la puerta principal, inmensa, elíptica, allí me había dejado el día anterior mi madre, todavía no sé por qué no se despidió.
lunes, 15 de junio de 2015
LAS BOTAS DE FÚTBOL
A los siete años fui abandonado en un internado de Irlanda, claro que esto es humor.
¿Qué si no?Mis padres son gente de bien, querían que aprendiera inglés, y desde luego que lo consiguieron, hablaré inglés como un niño de siete años el resto de mi vida, pero esto no se debería decir, nunca se sabe si uno se verá obligado a emigrar a países de lengua inglesa, entonces aprendería a hablar inglés como un ancianito que es lo que voy a ser de aquí en adelante.
Este prólogo irreverente, es sólo un preludio para hablar de los deportes que son y han sido parte esencial de mi vida. Allí en Dublín, en Killashee, fui realmente feliz, así que mis padres, como casi siempre, acabaron teniendo razón. Yo podría decir como el Maestro Luis Rosales: “Sabiendo que nunca me equivoqué, sino en las cosas que yo más quería”. Por eso tendríamos que ser indulgentes con nosotros mismos, también, claro, con nuestros padres.
Pero el fútbol fue una buena forma de descubrir que la alegría brillaba mucho más que el abandono, corría más que los irlandeses de mi clase, regateaba mejor que ellos, y aunque seguía ignorando como atarme bien las botas, aún con los cordones desabrochados chutaba duro a la escuadra de la portería, tan duro como puede lanzar el balón un niño de siete años. Y en realidad no tenía mucho que ver con la competencia en el campo de hierba verde, es que yo era feliz con el balón, podía botar el balón muchas veces seguidas en el pie y darle con el tacón y fintar con el cuerpo hacia un lado e ir hacia el otro sorteando contrarios, podía acelerar y detenerme pisando el balón y dejando atrás al marcador y casi colarme en la portería contraria. Con una facilidad natural, el que la tiene no la valora, me ha costado mucho tiempo llegar a apreciarla, como también ha llegado el momento de no darle tampoco importancia a mis limitaciones incorregibles, uno es como es.
Aprendí a hacer el nudo de las corbatas, y me las pongo para las bodas y los entierros y también para cualquier acto solemne al que tenga que asistir; hay que amortizar tantos años de aprendizaje.
Así que el fútbol fue para mi, en aquella primera gran tristeza de mi vida, un trampolín hacia la felicidad, un vuelo, un correr y un regate total a la tristeza.
Y sigue siendo así.
Las penas y las penitas pasan, el juego perdura.
Tienen razón los que dicen que no se cambia, que seguimos siendo los mismos siempre, por eso conocemos tan bien a nuestros compañeros de colegio y de pupitre, aunque ganen el premio Nobel, sabemos de que pie cojean, vaya si lo sabemos, no nos la van a dar con queso.
Sigo pensando lo mismo de mi, cuando llega la última hora de la noche, o en las madrugadas cuando planea el pánico de la soledad anterior a cualquier compañía, me sigo viendo como el niño al que le cuesta hacerse el nudo de la corbata, atarse los cordones de los zapatos, y me rodean en un baile sin fin, las cifras alrededor de mi cabeza, las imposibles derivadas, las integrales, las raíces cuadradas interminables, y sudo acelerado y pego un salto en la cama, ¡Ah!, era una pesadilla, hace tiempo dejé el colegio, ya no estoy interno ni estoy solo, ahora hay otras cosas mucho más graves, mucho más, pero no es este el momento de hablar de ellas.
Puedo pintar unos ojos, puedo lanzar una bola de golf allá a lo lejos, a 300m, puedo escalar ligero las pendientes de los puertos todavía, con mi pelo gris, puedo subir a las cumbres y trepar por las peñas para divisar los valles y ver como las águilas planean y contemplar como se funde en el horizonte la tierra con el cielo.
Todo eso que no sirve para nada.
Creo que iba a hablar de deportes, y ha salido otra cosa, un regate, un tiro inútil por la escuadra, un subida más con mi bici negra, un swing de golf al fade, un recuerdo a las corbatas y a los lazos, siempre hay nudos imposibles de desatar, siempre hay un balón cerca para correr.
viernes, 12 de junio de 2015
OTRA DIMENSIÓN
Se pintan ahora algunos rostros sobredimensionados. Es un efectismo, un subrayado, es como gritar creyendo que en el alzamiento de la voz lo que se dice es más verdad, como escribir en letras mayúsculas para enfatizar lo que queremos decir.
¿Varía el contenido sacándolo de su escala natural? Es un recurso que en principio no me convence, sin embargo esos rostros gigantes nos producen una sacudida que nos hace ver la figura humana de otro modo, y eso si me gusta. Esos rostros enormes tienen algo de árbol o de nube, la presencia física se hace naturaleza, como si contempláramos una gran roca, una topografía mirada con lupa.
Y la pintura reina en sus trazos fuertes.
¿Varía el contenido sacándolo de su escala natural? Es un recurso que en principio no me convence, sin embargo esos rostros gigantes nos producen una sacudida que nos hace ver la figura humana de otro modo, y eso si me gusta. Esos rostros enormes tienen algo de árbol o de nube, la presencia física se hace naturaleza, como si contempláramos una gran roca, una topografía mirada con lupa.
Y la pintura reina en sus trazos fuertes.
jueves, 11 de junio de 2015
ANTROPOLOGÍA
W.G.Sebald, en su libro “ Austerlitz", hace una analogía entre los animales nocturnos y sus ojos sorprendentemente grandes, con esa mirada que se encuentra en algunos pintores y filósofos que, por medio de la contemplación o del pensamiento puro, tratan de penetrar la oscuridad que nos rodea.
Es verdad que los búhos y las lechuzas y los mapaches tienen esos ojos enormes y lumínicos.
Los atletas trabajan sus cuerpos musculados a base de ir cada vez más lejos alargando el umbral del dolor.
¿Pero los pintores y los filósofos tienen los ojos grandes? ¿Trabajar el alma lleva consigo una transformación exterior y física? ¿ La belleza interior se traduce en belleza corporal?
¡ Ah! Eso si que sería revolucionario, pues veríamos a tantas personas buceando incansablemente en los libros sagrados y de sabiduría y abandonando los quirófanos de los cirujanos estéticos.
Ya decía Oscar Wilde que el pensamiento y la inteligencia acaban siendo una gran frente, una desproporción, pero que la belleza física abría todas las puertas y concentraba todas las miradas.
¡Ah, la belleza, cuántos cautivos, cuánta esclavitud tras la armonía de la forma!
El cuerpo y el poder, conexión directa con la antropología y las luchas de nuestra especie humana.
Atracción oscura del hombre que busca la belleza de la mujer para diseminar sus genes y mejorar la raza, atracción irresistible de la mujer hacia el poder para proteger a su prole.
A medida que la cultura va creciendo, el hombre y la mujer se van independizando de estos mundos profundos y primarios, latentes, la naturaleza tiene sus propias leyes.
La plenitud física de la juventud, el poder del dinero que abre tantas puertas, algunas básicas y tan necesarias, quién puede negar estas fuerzas impulsoras, bellas y puras en su primera raíz.
Y sin embargo Rembrandt pintó la belleza de su madre anciana, entramos ahora en otro territorio que nada tiene que ver con la hermosura del cuerpo ni con el poder del dinero. Rembrandt pinta entonces para si mismo, para explicarse, contempla a su madre, indaga en su propia raíz, es la pintura pura, ajena a cualquier encargo. El pintor no sólo pinta porque necesita vivir y hay un rico comerciante que quiere perpetuarse en un retrato y le paga bien por su pintura. El pintor busca otra cosa, se conecta con otras realidades, nos adentramos en la gran belleza, mucho más amplia, mucho más humana, tan puramente humana que linda con la divinidad, con lo que está más allá, con esa búsqueda de la luz, aún más profunda que la realidad oscura que nos rodea.
Porque el hombre siempre ha necesitado esa conexión con lo trascendente, somos conscientes de nuestra vida y de nuestra muerte, y seguiremos mirando y contemplando.
Aunque el anciano pintor apenas vea, limitado por sus cataratas o su ceguera, aunque el músico genial no pueda escuchar sus sinfonías debido a su sordera, aunque el místico sea expulsado de su propia iglesia, aunque el científico sea tachado de hereje, aunque crean que el poeta está loco y perdió el sentido común.
Aunque no nos crezcan los ojos como a los búhos y a los mapaches.
Seguiremos pintando.
Es verdad que los búhos y las lechuzas y los mapaches tienen esos ojos enormes y lumínicos.
Los atletas trabajan sus cuerpos musculados a base de ir cada vez más lejos alargando el umbral del dolor.
¿Pero los pintores y los filósofos tienen los ojos grandes? ¿Trabajar el alma lleva consigo una transformación exterior y física? ¿ La belleza interior se traduce en belleza corporal?
¡ Ah! Eso si que sería revolucionario, pues veríamos a tantas personas buceando incansablemente en los libros sagrados y de sabiduría y abandonando los quirófanos de los cirujanos estéticos.
Ya decía Oscar Wilde que el pensamiento y la inteligencia acaban siendo una gran frente, una desproporción, pero que la belleza física abría todas las puertas y concentraba todas las miradas.
¡Ah, la belleza, cuántos cautivos, cuánta esclavitud tras la armonía de la forma!
El cuerpo y el poder, conexión directa con la antropología y las luchas de nuestra especie humana.
Atracción oscura del hombre que busca la belleza de la mujer para diseminar sus genes y mejorar la raza, atracción irresistible de la mujer hacia el poder para proteger a su prole.
A medida que la cultura va creciendo, el hombre y la mujer se van independizando de estos mundos profundos y primarios, latentes, la naturaleza tiene sus propias leyes.
La plenitud física de la juventud, el poder del dinero que abre tantas puertas, algunas básicas y tan necesarias, quién puede negar estas fuerzas impulsoras, bellas y puras en su primera raíz.
Y sin embargo Rembrandt pintó la belleza de su madre anciana, entramos ahora en otro territorio que nada tiene que ver con la hermosura del cuerpo ni con el poder del dinero. Rembrandt pinta entonces para si mismo, para explicarse, contempla a su madre, indaga en su propia raíz, es la pintura pura, ajena a cualquier encargo. El pintor no sólo pinta porque necesita vivir y hay un rico comerciante que quiere perpetuarse en un retrato y le paga bien por su pintura. El pintor busca otra cosa, se conecta con otras realidades, nos adentramos en la gran belleza, mucho más amplia, mucho más humana, tan puramente humana que linda con la divinidad, con lo que está más allá, con esa búsqueda de la luz, aún más profunda que la realidad oscura que nos rodea.
Porque el hombre siempre ha necesitado esa conexión con lo trascendente, somos conscientes de nuestra vida y de nuestra muerte, y seguiremos mirando y contemplando.
Aunque el anciano pintor apenas vea, limitado por sus cataratas o su ceguera, aunque el músico genial no pueda escuchar sus sinfonías debido a su sordera, aunque el místico sea expulsado de su propia iglesia, aunque el científico sea tachado de hereje, aunque crean que el poeta está loco y perdió el sentido común.
Aunque no nos crezcan los ojos como a los búhos y a los mapaches.
Seguiremos pintando.
martes, 9 de junio de 2015
EL CANTO DEL PÁJARO
Entre el sueño y la vigilia, entre la realidad y el ideal, entre la tierra y el cielo, no era de noche ni de día.
Todavía en el mundo de los sueños, jugábamos Pedro y yo, allá en Berango, el partido perfecto de tenis. La pelota no era redonda, tenía aristas especiales y aerodinámicas, pasaba de un lado a otro de la red a una velocidad más allá de lo visible, el revés no ofrecía dificultad alguna, y los efectos eran inútiles, la bola siempre salía plana, perfecta, dibujaba los ángulos y los dos corríamos a la velocidad de la luz, incansablemente, sin esfuerzo, el aire no ofrecía resistencia, el sonido no existía.
Fue entonces cuando el plano de la realidad se hizo audible. El canto más sublime de un pájaro desconocido, rompió el sueño. No era un mirlo, ni era la oropéndola amarilla, no, tampoco era el ruiseñor. Era un canto que surgía del centro del mundo, mi ventana abierta de par en par para evitar el calor abrumador de Junio, la brisa entraba y me acariciaba el cuerpo desnudo. No estaba el pájaro en mi jardín, quizá sonaba un poco más allá, en el parque central.
Abrí los ojos, el canto era real, miré el reloj, las cinco y diecisiete minutos de la madrugada, ese momento entre la oscuridad y el alba, entre el silencio total y el comienzo del sonido, la vida originándose. Intenté levantar mi cuerpo adormecido para captar ese canto sin igual, puse la grabadora en marcha, me volví a meter en la cama. Durante una hora esa belleza de canto emergió del silencio total circundante.
Volví a mi duerme vela.
En mi estudio una mujer hierática, posaba para mi, permanecía ahí en silencio y la luz incipiente del amanecer iba dando forma al gran ventanal, iluminaba su pelo y su piel, ella permanecía inaccesible en su ser inmutable y radiante, no sabía si la luz era del nuevo día o emanaba de su figura.
Poco a poco, el silencio fue convirtiéndose en un rumor de tráfico, los coches formaban un sonido marino uniforme.
Volví a mirar el reloj, eran las siete menos cuarto, el pájaro había dejado de cantar.
Intenté dormir cerrando los ojos, el día había amanecido algo nublado después de dos semanas azules.
Ahora sonaba la urraca con su cacareo repetitivo, estaba posada en el ciruelo del jardín.
El rumor del tráfico se había intensificado.
El día volvía a empezar.
Encendí la grabadora para oír el misterioso canto del pájaro.
No se había registrado.
Todavía en el mundo de los sueños, jugábamos Pedro y yo, allá en Berango, el partido perfecto de tenis. La pelota no era redonda, tenía aristas especiales y aerodinámicas, pasaba de un lado a otro de la red a una velocidad más allá de lo visible, el revés no ofrecía dificultad alguna, y los efectos eran inútiles, la bola siempre salía plana, perfecta, dibujaba los ángulos y los dos corríamos a la velocidad de la luz, incansablemente, sin esfuerzo, el aire no ofrecía resistencia, el sonido no existía.
Fue entonces cuando el plano de la realidad se hizo audible. El canto más sublime de un pájaro desconocido, rompió el sueño. No era un mirlo, ni era la oropéndola amarilla, no, tampoco era el ruiseñor. Era un canto que surgía del centro del mundo, mi ventana abierta de par en par para evitar el calor abrumador de Junio, la brisa entraba y me acariciaba el cuerpo desnudo. No estaba el pájaro en mi jardín, quizá sonaba un poco más allá, en el parque central.
Abrí los ojos, el canto era real, miré el reloj, las cinco y diecisiete minutos de la madrugada, ese momento entre la oscuridad y el alba, entre el silencio total y el comienzo del sonido, la vida originándose. Intenté levantar mi cuerpo adormecido para captar ese canto sin igual, puse la grabadora en marcha, me volví a meter en la cama. Durante una hora esa belleza de canto emergió del silencio total circundante.
Volví a mi duerme vela.
En mi estudio una mujer hierática, posaba para mi, permanecía ahí en silencio y la luz incipiente del amanecer iba dando forma al gran ventanal, iluminaba su pelo y su piel, ella permanecía inaccesible en su ser inmutable y radiante, no sabía si la luz era del nuevo día o emanaba de su figura.
Poco a poco, el silencio fue convirtiéndose en un rumor de tráfico, los coches formaban un sonido marino uniforme.
Volví a mirar el reloj, eran las siete menos cuarto, el pájaro había dejado de cantar.
Intenté dormir cerrando los ojos, el día había amanecido algo nublado después de dos semanas azules.
Ahora sonaba la urraca con su cacareo repetitivo, estaba posada en el ciruelo del jardín.
El rumor del tráfico se había intensificado.
El día volvía a empezar.
Encendí la grabadora para oír el misterioso canto del pájaro.
No se había registrado.
ENCRUCIJADAS
Cuando la pintura llega a la encrucijada, cuando el rostro ya fue alcanzado y las manos logradas, cuando la presencia está ahí, pero la totalidad reclama un no sé qué, entonces hay dos maneras. Lanzarse a la especulación en acción, romper los moldes, las normas, dejar que el error nos vaya llevando al encuentro del acierto, si es que se produce, y asistir a ese proceso de embarramiento, a esa fase densa, un purgatorio de colores entremezclados, una tempestad que habrá que atravesar.
O dejar descansar el cuadro, que este nos vaya hablando ahí vuelto contra la pared, y pueden pasar años.
En los cuadros libremente pintados al margen del encargo, esto se puede hacer, la demora sólo atañe al pintor.
Los cuadros de encargo han de forzarse, la entrega nos reclama; es una buena escuela para el pintor. La urgencia presiona y obliga a hallar soluciones.
Y vuelves a la sencillez, es sólo el roce del pincel contra el lienzo, hay que volver a la humildad del primer paso.
A veces la pintura no es una cumbre, es sólo un caminar.
O dejar descansar el cuadro, que este nos vaya hablando ahí vuelto contra la pared, y pueden pasar años.
En los cuadros libremente pintados al margen del encargo, esto se puede hacer, la demora sólo atañe al pintor.
Los cuadros de encargo han de forzarse, la entrega nos reclama; es una buena escuela para el pintor. La urgencia presiona y obliga a hallar soluciones.
Y vuelves a la sencillez, es sólo el roce del pincel contra el lienzo, hay que volver a la humildad del primer paso.
A veces la pintura no es una cumbre, es sólo un caminar.
lunes, 8 de junio de 2015
VUELO
Todos vamos con los ojos entornados atisbando las lejanías, no sabemos si la próxima curva es a derechas o a izquierdas. Parece que con los ojos muy abiertos y la mirada perdida sólo van los que se hinchan en la ganancia, y esos suelen decir cosas delirantes pues el triunfo ciega y te hace creer que sabes lo que no sabes, que conseguiste algo que en verdad es inalcanzable.
Nada hay tan luminoso como la derrota pues te abre las cerraduras misteriosas del universo. Te empujaron hacia esa puerta y entras de cabeza en el laberinto sin suelo firme, crees que caes al vacío, pero en verdad has emprendido el vuelo.
Nada hay tan luminoso como la derrota pues te abre las cerraduras misteriosas del universo. Te empujaron hacia esa puerta y entras de cabeza en el laberinto sin suelo firme, crees que caes al vacío, pero en verdad has emprendido el vuelo.
sábado, 6 de junio de 2015
SIN PALABRAS
Sin agujeros en el corazón,
la vida sigue su curso,
parece que ya dije lo que tenía que decir,
parece que todavía no exploré todos los recovecos de algunos colores,
el alma del pintor insaciable, la pintura aguarda su momento.
Y el temple desmayado del torero que sólo torea para si mismo,
y ya no espera aplausos,
y sale a la pradera en la luna llena, el toro, bajo las estrellas,
y la muleta para sentir como la muerte balancea la cadera que se rompe en el natural largo y cadencioso,
y la vida fluye negra palpitante de sangre invisible,
y la faena cumbre que nadie verá,
sin crimen,
perdida en la inmensidad de la noche.
Y el cuadro que seguirá en el estudio,
laberintos de rostros y de cielos en la superficie del lino,
el pintor sabe que ha de seguir pintando.
Amando.
Mientras los pájaros cruzan los cielos,
Y los mendigos hablan solos,
Y el ermitaño ora en silencio,
Y el joven atraviesa las noches,
Y los ancianos aguardan temerosos,
Y los cuerpos de los amantes se entrelazan
Y los matrimonios se separan
Y el escritor enmudece.
la vida sigue su curso,
parece que ya dije lo que tenía que decir,
parece que todavía no exploré todos los recovecos de algunos colores,
el alma del pintor insaciable, la pintura aguarda su momento.
Y el temple desmayado del torero que sólo torea para si mismo,
y ya no espera aplausos,
y sale a la pradera en la luna llena, el toro, bajo las estrellas,
y la muleta para sentir como la muerte balancea la cadera que se rompe en el natural largo y cadencioso,
y la vida fluye negra palpitante de sangre invisible,
y la faena cumbre que nadie verá,
sin crimen,
perdida en la inmensidad de la noche.
Y el cuadro que seguirá en el estudio,
laberintos de rostros y de cielos en la superficie del lino,
el pintor sabe que ha de seguir pintando.
Amando.
Mientras los pájaros cruzan los cielos,
Y los mendigos hablan solos,
Y el ermitaño ora en silencio,
Y el joven atraviesa las noches,
Y los ancianos aguardan temerosos,
Y los cuerpos de los amantes se entrelazan
Y los matrimonios se separan
Y el escritor enmudece.
martes, 2 de junio de 2015
ENTRE DOS LUCES
Por esos trigales inmensos bajo la luna llena
atisbando entre las espigas a los corzos,
duendes esquivos,
viendo llegar la noche y la luz del nuevo día.
atisbando entre las espigas a los corzos,
duendes esquivos,
viendo llegar la noche y la luz del nuevo día.
NUBES CAMBIANTES
En algún momento hay que decidir dejar al niño que llora en la cuna, sino se pasa uno la vida pendiente de los quejidos y esclavizado por la voluntad caprichosa del bebé. Lo irracional también nos puede dominar, podemos vivir bajo el yugo de lo que no entendemos.
Cada vez que llora el niño corremos a atenderlo, cada vez que reviene ese mundo anterior a nuestra madurez, creemos que la verdad está ahí, en ese paraíso previo a nuestra independencia intelectual. Y la verdad no está en ninguna parte, la verdad se mueve a cada momento, exige un estado de apertura, una humildad, estar alerta hacia lo que sucede, las nubes cambian a cada instante.
Lo irracional nos hace creernos indefensos, lo racional nos hace creídos, petulantes, nos inmoviliza en los mandamientos, en los axiomas y en las creencias.
Así que huyo de las brujas que nos leen las manos y nos hacen creer que todo está escrito y estamos dominados por las fuerzas oscuras y evito también a los fariseos que todo lo saben, que se creen sabios y formulan sus órdenes inflexibles basadas en la experiencia milenaria.
Para el camino incierto no es poca cosa la linterna del cerebro y la corriente del corazón.
Cada vez que llora el niño corremos a atenderlo, cada vez que reviene ese mundo anterior a nuestra madurez, creemos que la verdad está ahí, en ese paraíso previo a nuestra independencia intelectual. Y la verdad no está en ninguna parte, la verdad se mueve a cada momento, exige un estado de apertura, una humildad, estar alerta hacia lo que sucede, las nubes cambian a cada instante.
Lo irracional nos hace creernos indefensos, lo racional nos hace creídos, petulantes, nos inmoviliza en los mandamientos, en los axiomas y en las creencias.
Así que huyo de las brujas que nos leen las manos y nos hacen creer que todo está escrito y estamos dominados por las fuerzas oscuras y evito también a los fariseos que todo lo saben, que se creen sabios y formulan sus órdenes inflexibles basadas en la experiencia milenaria.
Para el camino incierto no es poca cosa la linterna del cerebro y la corriente del corazón.
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