Estudios de todo tipo, estudios psicológicos de la comisura de la boca, de la inclinación de nuestros ojos, del encorvamiento de la espalda, del arqueamiento de las piernas, no va a quedar un milímetro de nuestro cuerpo sin que lo analicen exhaustivamente.
Y según esos estudios, podría decir como dijo Miguel Hernandez: “ Yo sé que ver y oír a un triste enfada, cuando se viene y va de la alegría, como de un mar meridiano a una bahía”
La caída de mis ojos, la espalda encorvada, mi voz atenuada. ¡Ah!, sí, ese soy yo, y no pienso estudiar ni hacer caso de todas esas estadísticas falsas, superficiales, que quieren llegar a la postura unificada y perfecta. ¡ Pues claro! Se torea como se es, y cada torero tiene su estilo único, cada cual debe tener su propia voz, y andar a su manera, los meandros naturales de nuestro propia corriente, que no vengan los ingenieros con el cauce rectilíneo, perfecto, arrasador de la individualidad.
Sí, ya sabemos que hay que ir con la espalda recta, sacando pecho, la nariz hacia arriba, la cabeza alta, la sonrisa blanca y la voz firme.
Pero la vida es irregular, no todo es positivo, no todo es ideal, a veces se tartamudea.
Sigamos nuestra propia curva.
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