martes, 9 de junio de 2015

ENCRUCIJADAS

Cuando la pintura llega a la encrucijada, cuando el rostro ya fue alcanzado y las manos logradas, cuando la presencia está ahí, pero la totalidad reclama un no sé qué, entonces hay dos maneras. Lanzarse a la especulación en acción, romper los moldes, las normas, dejar que el error nos vaya llevando al encuentro del acierto, si es que se produce, y asistir a ese proceso de embarramiento, a esa fase densa, un purgatorio de colores entremezclados, una tempestad que habrá que atravesar.
O dejar descansar el cuadro, que este nos vaya hablando ahí vuelto contra la pared, y pueden pasar años.
En los cuadros libremente pintados al margen del encargo, esto se puede hacer, la demora sólo atañe al pintor.
Los cuadros de encargo han de forzarse, la entrega nos reclama; es una buena escuela para el pintor. La urgencia presiona y obliga a hallar soluciones.
Y vuelves a la sencillez, es sólo el roce del pincel contra el lienzo, hay que volver a la humildad del primer paso.
A veces la pintura no es una cumbre, es sólo un caminar.

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