sábado, 27 de junio de 2015

SOLDADOS

Soldado de la pintura, soldado del amor, soldado del deporte, periodos prolongados de mi vida en la que todo seguía un orden establecido, como si perteneciera a una orden determinada o a un ejército, a un equipo de afilados ciclistas. Esa sensación de obedecer sin rebelarse, de tener una rutina diaria, un orden vital, un objetivo claro, el mismo uniforme todas las mañanas, las mismas botas, la hora de levantarse y de acostarse.
Limpiar los pinceles, desengrasarlos, dejarlos listos para el siguiente día.
Y la vida suele ser productiva en esos periodos de estabilidad, parece que hay un cierto sentido. Como cuando uno avanza en oración por un rosario, repitiendo las mismas letanías.
Quizá haya gente que viva su vida siempre así, otros vemos interrumpidas nuestras trayectorias, y nos rompemos, obligados a reconstruirnos del todo.
La vida deja de ser una linea recta, no sé si es mejor o peor, a veces es preciso enumerar los hechos de una forma aséptica, no juzgar, no opinar, no afiliarse en ningún sentido, ser apátrida, vagabundo, dejar que el agua corriente nos lleve, ver nuestras vivencias como si fueran ajenas, ver el dolor sin pronunciar la palabra, solamente vivir la sensación.
Sé lo que es tener la mirada clavada en una meta y también sé lo que es verse invadido por la sorpresa, por la fuerza vital de lo inesperado, las resurrecciones, el milagro vital, la nueva luz.
No ser por siempre un soldado, no ser eternamente un vagabundo.
Trabajar como un obrero, sentir como un visionario.
Entender a los obedientes, comprender a los rebeldes, poder andar descalzo por la pradera cuesta abajo, calzarse las botas pesadas y emprender de nuevo las subidas.
Mirar las nubes y pintarlas.

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