Decía Juan ramón: “ En arte se es o no”
Era su forma desnuda de negar jerarquías, el arte no es competencia como el deporte, no hay números uno y dos.
¿ Cómo comparar la humildad de Morandi con la grandilocuencia de Miguel Ángel?
Uno te lleva al silencio, a la quietud y al retiro de la oración, el gigante te lleva al éxtasis y a una plenitud más allá de lo terrenal. Son caminos contrapuestos, los cuerpos musculados, hinchados y retorcidos de Miguel Ángel te hacen cruzar fronteras terrenales hasta que la emoción estalla en un éxtasis, Miguel Ángel retuerce la belleza, la recarga, hasta que Rondanini acaba siendo un suspiro, una vertical de espiritualidad, la piedra despojada, la emoción pura.
Morandi prescinde de la sensualidad, pinta tartamudeando, hace temblar las formas, su color es incoloro, su mundo no es de este mundo.
Morandi se desnuda hasta de su oficio de pintor.
Miguel Angel se erige en inalcanzable, inhumano, capilla Sixtina, mil cuerpos, mil cabezas, mil escorzos imposibles, canteras de mármol, esclavos titánicos, mausoleos prodigiosos ¿ Pero realmente todo esto lo hizo un hombre?
Morandi en su resta parece la abuela jubilada que pinta torpemente los domingos.
Y los dos combaten contra su estupor íntimo, arañan la tierra buscando un más allá.
Uno restando, otro multiplicando, nos llevan hasta lo sagrado, hasta el mismo centro del misterio.
¿ Dónde quedan entonces los números, el 1 y el 2, el 25 y el 100 ?
Se es o no se es, no hay más.
Muy interesante el enfoque.
ResponderEliminar