¿Dejar sólo lo mejor, o entregar sin censura todo lo que va saliendo?
Paseo por exposiciones y veo egos hinchados, el halago hace perder, también a los mejores, la referencia íntima, algo necesario siempre: esa suerte de pudor que no es represión, sino búsqueda profunda.
El arte moderno bordea continuamente, y las más de las veces cae de lleno en la auto terapia, en la auto complacencia. Todo es muy interesante. Hasta un yonqui clavándose una jeringuilla, o un tío meando en un retrete.
Alberto García Alix es un artista que extrae la belleza del lado oscuro. Y camina mirando el cielo roto por los cables, buscando una luz difusa que acaba siendo luminaria estelar. Agradezco su legado, y sin embargo, me sobran sus fotos más externas, diría que más bien enturbian la visión global de su obra.
Tiene un mundo propio, además de una raíz literaria original y evocadora en los títulos que va poniendo al pie de sus fotografías. Las fotos de su barrio, esos finales sin salida de calles muertas, los edificios nocturnos con la ventana encendida, los retratos en los que no hay academia ni nada parece predeterminado, y en alguno de ellos todo se conjunta para que aparezca la gran obra, el milagro de la luz, de la emoción, de la expresividad.
Lo mejor aparece en su obra a pesar de si mismo, la belleza consigue regatear las peores intenciones, el talento es un don : está ahí presente, pero él subraya el rostro de la mueca, la provocación, el delirio del estupefaciente, el efectismo tremendista, el mensaje sórdido de chico malo que se caga en la inocencia.
Hay una imagen, no recuerdo el nombre, de un patio deshabitado... todo es silencio, lo abismal aparece sin alaridos, la soledad total, la delicadeza del ramaje vegetal, el milagro de la luz y la sombra. Hay más autorretrato, tragedia y belleza en esa imagen, que en tantos otros teatrales y forzados. Se puede ser moderno y clásico, él lo consigue cuando se retira un poco...
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