El silencio es un sueño del que despertamos. He dejado de ser un testigo mudo. He abandonado la curva del camino, atrás quedó la genealogía.
Soy un hombre sin raíz andando por este bosque rodeado de carreteras y veo pasar, tras el corte brusco de los árboles, un ejército de coches lanzados por la autopista.
Eso es lo que suena por todas partes. En los periódicos, en los anuncios, en el aire: el ruido infernal de la velocidad.
Suena mi voz baja en este espacio amenazado. La voz de un caminante, de un peón. La voz de un soldado de a pie que va a otro ritmo, con otro tiempo, en otra dirección.
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