Permanece en su silla de ruedas, siempre frente a la ventana, y apenas habla. Ya no me coge el móvil cuando le llamo. Me dice que todo lo que tiene que decir es triste y está impregnado de dolor.
Siempre fue rebelde, añora tanto a sus niños, a todos los que enseñaba a leer y a escribir. Nunca estuvo integrada con los mayores. -"Incapaz de compartir la degradación se los adultos, ha preferido vivir en la escuela, rodeada de niños"- Eso escribí de ella en un retrato escrito hace ya muchos años.
Vivía a su manera, de aquí para allá, casi siempre más allá. " Ella no es de aquí" y es cierto, de dónde eres María?
Añoro su forma de señalar el destino de los demás, su forma suave de indicar, de apuntar siempre en la dirección exacta. Tras hablar con ella, salíamos reafirmados, más nosotros mismos.
Cuánto debemos a nuestros maestros! Esa es la verdadera revolución, la de la educación. Ahí está el germen del cambio. Y sin embargo es triste que los maestros apenas ganan para vivir... Esa es la valoración que damos a la enseñanza en este país zafio y áspero.
Me gustaría esperar el milagro, calentarte un poco el alma, María, ver de nuevo en tus ojos la ilusión. Pero sé que seguirás en silencio, es tu nueva forma de generosidad, ya no eres tú, no quieres manchar el mundo ni con tu ira ni con tu sufrimiento estéril. Ya solo esperas la hora de salir de la cárcel del cuerpo, la hora de la liberación, la hora de tu paz.
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