La búsqueda auténtica, el no quedarse en lo conocido, renunciar a la seguridad, ah! eso es tan escaso. Es enfrentarse a la posibilidad del fracaso... No se puede convertir la pintura en un truco, en una academia, en una suerte de identidades y fórmulas que acaban en amaneramientos, en la cárcel de la firma, en el señuelo de la identidad.
El estilo, tiene que ser una actitud, es la resolución íntima de transmitir certeramente, de que cada pincelada esté impulsada por llegar a la verdad que tenemos ante nuestros ojos.
De esa actitud insobornable surgen los cuadros inesperadamente más bellos, pues la belleza es una consecuencia, y nada tiene que ver con lo bonito o con lo conveniente o con lo deseado.
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