domingo, 29 de marzo de 2015

URTAIN

Me pasé la infancia dibujando su caricatura. El morrosco de Cestona. Nos llevó mi padre varias veces a verle boxear en el palacio de deportes de Madrid. Le quisieron convertir en un mito, se hablaba mucho de su carrera llena de tongos, pero sus puños eran de verdad y su coraje indomable. Llegó a ser campeón de Europa de los pesos pesados al derrotar al alemán Peter Weiland por KO en el séptimo asalto.
Pasaron los años, pasó su fama, y un mal día se tiró desde un balcón de un décimo piso acosado por las deudas y los acreedores.
Antes de llegar al mundo oscuro del boxeo,  fue un aizcolari prodigioso y batió el record del mundo de levantamiento de piedra con un bloque de 250 kg de peso. Y también otro récord al levantar 192 veces seguidas una piedra de 100Kg.
Al ganar sus combates por KO, hacía una voltereta en el cuadrilátero, como quien derrota a los rivales sin despeinarse. Le ponían una chapela inmensa, levantaba los brazos y sonreía tras su inmensa nariz.
Pero poco a poco su rostro se fue desfigurando porque sí que le despeinaban.
¿Tendría que haberse quedado en su cultura rural, en su caserío de Urtain?
Quién sabe.

Mitos que pueblan la infancia, historias de sueños y tristezas, de manos alzadas victoriosas
y KOS finales.

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