martes, 2 de agosto de 2022

MELANCOLÍA

 Como una roca inmensa que pesa, y no se puede descargar ni arrancar del lugar que ocupa.

Así ocurre con las palabras últimamente, están arraigadas en mi interior. 

Todo va perdiendo nitidez, como en una pintura de Morandi, los objetos tiemblan, los bordes son difusos, todo se entremezcla y hay que distanciarse para ver el humilde conjunto y saber qué es.

Tiempo de aligerar la maleta, de simplificar, como el elefante que se retira a su rincón alejado para morir.

Cada vez menos cosas merecen la pena y la entrega que supone conquistarlas.

Cada vez menos envoltura y materialidad, todo se va quedando en su esencia. La vida pierde brillo y alegría, y hay que sumergirse en el silencio de la pureza, una pureza contaminada de años, de vida vivida, de experiencia.

Quizá el elefante moribundo, en su último trayecto obtendrá una revelación silenciosa que se haga sentir.

Uno entra en la adolescencia con fuerza desbocada, y en la juventud se proyectan los sueños que pueden cuajar en la madurez.

En la vejez se penetra a ciegas, sin ímpetu ni ilusión.

Y sigue el aprendizaje, pues somos seres desvalidos, caminamos por la precariedad, los balazos rozándonos o hiriéndonos.

Y en nuestra hora silenciosa sabemos que no sabemos , que el aspecto de profeta con el pelo blanco y la imponente barba es otro disfraz más.

Por el camino canta la oropéndola, y la luz ilumina la alameda frondosa. El cielo de este amanecer es radiante, el mundo se renueva ajeno a tristezas y reflexiones.

La belleza sigue ahí. 

Algunas pocas veces me basta con eso, si,  la belleza permanece.


2 Agosto 2022