jueves, 29 de marzo de 2018

LA CASA JUNTO AL MAR

" Occidente morirá en su riqueza"
Leo una entrevista a Robert Guediguain, de él es la frase que encabeza este texto.
Acabo de ver " La Casa junto al Mar". 
Llegué a la sala de cine cansado y al principio de la película me dormí, es premioso el comienzo y gradualmente la historia va tomando cuerpo; es una película hermosa, inteligente, llena de humanidad real, ni buenos ni malos, gente sensible que lucha por encontrar verdad y belleza, que sufren el paso del tiempo que va enterrando paisajes pretéritos y valores en desuso. Hay melancolía y hay siempre una luz en el horizonte, hay verdad y hay amor, así que la belleza se impone aunque la tristeza de toda vida esté presente.

Y es tan cierto que la riqueza aleja de lo esencial, que la depresión reina en los palacios, que la mística está en la voz de unos niños que gritan hacia arriba, esperando oír en el eco de sus voces la respuesta del hermano pequeño muerto, enterrado en la ladera de una playa lejana.
La muerte también extiende sus raíces.


martes, 20 de marzo de 2018

MARIANO FORTUNY

Fortuny en el Prado.
Creo que es el pintor con mejor toque, con el grafismo alado que todo pintor quisiera tener, con el don y el talento exacto para la pintura pura.
Quizá abusó de arabescos y pinturas detallistas de casacones aterciopelados, pero eso le hacía ganarse la vida muy bien, y además lo hacía como un buen torero gustándose en su temple y al natural.
Al ver sus estudios de paisajes, breves bocetos casi vacíos, sentía que nadie, verdaderamente nadie, ha pintado tan bien la levedad. Morandi y Zoran Music, por poner dos ejemplos de pintores tan cercanos al despojo y a la humildad, al desapego de la brillantez, caerían rendidos ante esa acuarelas sencillas y esos óleos de paisajes místicos, apenas el cielo azul y una tierra vacía sin referencia alguna. Y son cuadros de un virtuoso que deja atrás todo efectismo y pone ante nuestros ojos una pintura inmaculada, esencial, hasta los físicos cuánticos verían la revelación en esas pinturas milagrosas e inspiradas. La desintegración de millones de átomos que conforman el sueño de la materia y a la vez los límites y los contornos forman sucesivas apariencias de un todo armónico integrado en una realidad superior. Eso lo explica Fortuny con pigmentos y un pincel único y mágico.
Él si llegó a la pincelada total a la que aspiraban los pintores Zen.
Y el matiz sorprendente del color, en las sombras y en la luz, un color suyo, elegante, de una sobriedad brillante en la que armonizan los contrarios.
Me gustó también ver al Fortuny mecenas, mentor del niño pintor prodigio, Antonio Mancini, mi pintor favorito, napolitano. Y la conexión con Vicenzo Gémito, escultor prodigioso, que retrató a Fortuny en una terracota llena de verdad y belleza. Gémito le hizo también un retrato insuperable a Verdi. ¡ Que grandes, que reunión de talento y verdad, que oficio trascendido, que sabiduría llena de nobleza! El arte, todavía entonces, merodeaba el misterio.
Recordaba a mi Maestro Espert, pensé en cuanto hubiera disfrutado con esta exposición, con sus tres adorados colegas, Fortuny, Mancini, Gémito.

Esos cielos azules de Fortuny rotos por las nubes en movimiento.
Creí haber escuchado al mismo Fortuny, hablarme al oído...Me decía con palabras entrecortadas:
-"La felicidad es esa sencillez de las nubes en el cielo"-
 Le respondí al Maestro con una pregunta:
- " ¿ Dónde esa levedad, dónde esa luz, dónde tanta belleza?"-

COSTANILLA DE LOS DESAMPARADOS

Caminaba bajo la lluvia por la calle Costanilla de Los Desamparados, me dirigía hacia Amor de Dios, y cada portal bajo era un pequeño antro en el que se vendía Yoga, Autoayuda, bares y consuelo, tiendas vegetarianas: -" Aliméntese bien, tendrá así una figura perfecta y ninguna enfermedad perturbará su vida".
Como si la inmortalidad estuviera ahí, a la vuelta de la esquina, en la calle de Santa María.
Andaba algo desorientado, con dos disfraces en una percha que debía devolver a la tienda donde habían sido alquilados. Y mi propia vida me parecía una sucesión de disfraces varios, que me había ido poniendo, obligado, para ir encajando en la propia familia, en los estudios, en el lugar que a cada uno parece que le asignan para no ser considerado un bicho raro e inclasificable.
Y pensaba en una posible novela en la que un peatón despistado, yo mismo, iba entrando, en cada capítulo, en el bar, en la tienda macrobiótica, en el centro del yogui, en el confesionario de la iglesia, y a cada una de esas personas que vendían salvación, les iría contando los sucesos crudos de mi vida, así sencillamente, como quien suelta sapos por la boca, uno tras otro, al sacerdote, al psiquiatra, al filósofo, al de la barra del bar, a todos, a ver si alguien podría ofrecerme una clave nueva y distinta, a ver si alguien me descubría el lugar dónde hubieran pintado hoy un buen cuadro o compuesto una canción  de verdad; o si  en verdad existe una sola persona, en el vecindario, que viva sin mentiras o disfraces, alguien que quiera a sus padres y a sus hijos, enamorado de verdad de su mujer y que ame el trabajo diario con el que se gana la vida.
Y los sapos saltaban a mi alrededor viscosos y marrones, a cámara lenta, se hacían visibles y rotundos con letras claras, negro sobre blanco, en mis páginas imposibles, en esa novela que debería escribir para que se leyera como el documento de un delincuente, de un traidor, alguien que finalmente era algo distinto de lo esperado, opuesto a aquello en lo que fue educado. Una novela con un documento anexo en el que se indicara que debía leerse o publicarse cuando ya los padres hubiesen muerto, y los hermanos y los amores y los hijos. Cuando el tiempo ya hubiera  enterrado a cuatro generaciones y los descendientes no pudieran sentir vergüenza de sus propias raíces.
Pues escribir y pintar de verdad, es en verdad impresentable.
Escribir y vivir en la transparencia, sin secretos, sin temor a herir a nadie, con la propia verdad por delante, vivir impunemente, como si fuéramos dioses inmunes a las lesiones o a la enfermedad, a la depresión, sólo pendientes de la embriaguez, de las pasiones, del momento cumbre.
¡ Ah ! ¡ Vaya quimera !
El que vive así es automáticamente desterrado, el que vive así acaba casándose con su propia soledad, con su propia grandeza, con su sola miseria.







sábado, 3 de marzo de 2018

THIS WILD DARKNESS

¿ De dónde surgen las nuevas melodías que me devuelven el júbilo, los coros celestiales que aúnan el azul con la tierra roja y las rutilantes praderas ?. ¡Ah! La música, suena: " This Wild Darkness", y no me llega oscuridad sino la luz que jamás deberíamos perder, incluso cerrando los ojos predomina el éxtasis luminoso en la penumbra.
Está ahí, siempre, la salvaje oscuridad que dirige nuestros instintos, las imágenes que conforman nuestro cerebro, las directrices ocultas que nos impulsan por los misteriosos senderos por los que circulamos sin elegirlos.
Hay un perro en mi tejado y no sé si quiere tirarse al vacío o dominar el horizonte, el mismo perro que en el hogar es la paz y en el campo galopa sin fin y sin control hasta vomitar y caer desplomado con la boca llena de espuma.
Somos tantas cosas a la vez, ya no es un pesar ni la felicidad ni la tristeza, ni la creación ni la abstinencia, ni la actividad frenética ni la quietud.