domingo, 10 de marzo de 2019

THE LAST PICTURE SHOW

Veo " The Last Picture Show" de Peter Bogdanovich, y me llega la emoción de todos esas personas que buscan la felicidad sin dar con ella, todos se van aferrando a su salvavidas para no hundirse en ese mar sin orilla visible, ese mar que mata por agotamiento, sin necesidad siquiera de oleaje.
La soledad merodea en los interiores de las casas y sus habitaciones, en el cine viejo que va perdiendo espectadores, en los páramos desérticos, en las calles polvorientas, en las bellas mujeres que van envejeciendo y buscan brazos que les devuelvan pasión y juventud.
Dos hombres hablan en un lago, un pequeño oasis del desierto de Texas, Sam El León, un hombre maduro le habla al joven Sonny, le cuenta como cruzó ese lago a caballo con un antiguo amor, una mujer que le hizo conocer el lado salvaje de la vida, ella era capaz de llevarle más allá de lo conocido, más allá de si mismo, nunca más, nunca, había vuelto a sentir así: " Si la volviera a ver me volvería loco al segundo". Sam vive solo y regenta la sala de billar, el cine y el bar de la esquina.

Los hombres felices no hacen obras de arte, viven sin más.

Son los desheredados que viven en los márgenes, los que van dejando sus huellas de estupor, de desolación, los que dibujan la compasión, los que se estremecen con la vulnerabilidad de lo humano. Alguien nos dejó aquí tirados y buscamos sin descanso el paraíso.
Son los creadores los que expresando su finitud nos acercan a la belleza, a la emoción, al reconocimiento de la fragmentación, a la aspiración de lo total.
Ya no veo estas obras como algo lejano que viene de tierras extrañas, las siento como algo interno, como una cicatriz propia, un reuma que sobreviene ya conocido, es mi propia carne, mi propio corazón.

10 Marzo 2019

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