lunes, 27 de noviembre de 2017

DESPUÉS DE VEINTE AÑOS

Ya no hay una ambición de inmortalidad, de pasar a la historia, de encabezar titulares, todo eso suena tan pueril. Y un buen día, de forma inesperada, veo un retrato pintado por mi hace veinte años, y siento la satisfacción íntima de la obra honesta y bien hecha, la valentía de haberme sabido enfrentar a una verdad humana sin halagos relamidos ni concesiones superficiales. Hay una búsqueda intensa del misterio humano y se siente esa presencia. Una madre con sus dos hijos. Un cuadro fuerte y valiente, hay humildad, la humildad del que no busca ningún tipo de afectación.
Nunca me he adherido a moda alguna, ni he querido ser moderno ni antiguo.
Y la pintura sigue en mi, y sé que soy un soldado obediente, a veces me veo obligado a abandonar el batallón, pero acabo volviendo en silencio a cumplir con mi deber y mi vocación.

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