jueves, 25 de enero de 2018

ELLA SOLA

" Mi reino no es de este mundo"
El evangelio está lleno de verdades rotundas, verdades desnudas, verdades que atraviesan los tiempos y se elevan por encima del tiempo humano.
Que ingenuo pensar que el valor de una pintura se enjuicia por sus cualidades esenciales, más todavía si de lo que hablamos es de un retrato.
Pintar a un mendigo, a un indigente, pintar a un ser humano incógnito, parece que cuenta menos en los mundos del prestigio social que pintar a un ministro o a un rey.
La pintura es un valor en si misma.
Emociona por su cualidad abstracta, igual que la melodía dibujada en el aire por un virtuoso del violín.
Me sucedió en el auditorio de Madrid, asistí invitado a un concierto cantado por el Orfeón Donostiarra. Y en un momento dado, la solista de la orquesta, interpretó un solo sublime, ella sola y el silencio: y su música rompiéndome por dentro, llegando sin explicación posible hasta lo más recóndito del ser, más allá de las emociones, hasta la gran belleza y el alma de todo lo humano, en la misma frontera de la divinidad.
No importa el autor, no importa el personaje, Rey o mendigo, importa el gran arte y la hermandad sagrada que crea.

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