viernes, 10 de julio de 2015

LO INNOMBRABLE

Tengo la extraña sensación, cuando aparece la palabra Dios, que entro en un terreno vedado, que como en el antiguo testamento, Dios, Yahvé, es o debería ser el innombrable.
El que pronunciaba la palabra Dios, era castigado con la pena de muerte, tal era el respeto que se tenía a Dios.
Hoy, sencillamente siento que soy ignorante, que no sé, me adentro furtivo en tierra prohibida, empequeñezco lo ilimitado estableciendo fronteras conocidas, queremos hacer un Dios a nuestra medida, y Dios está fuera de toda escala, si buscas dentro de tus propios límites no vas a encontrar más que lo que ya te pertenece, vas a encontrar algo que ya es conocido.
Las palabras zozobran, el dios barbudo y colosal de la capilla Sixtina es bellísimo, pero es un hombre como nosotros.
Es como recorrer un cuarto cerrado a oscuras y encontrar de pronto el interruptor, enciendes la luz y te encuentras con las cuatro paredes que te confinan.
En mi hay una querencia de belleza, de bondad, de inteligencia, una querencia hacia lo total, siento eso en mi corazón, lo intuyo también con el cerebro, pero la luz absoluta es una laguna sin bordes, un espejismo, corta todas las conexiones, te lleva más allá , hasta donde no llegan las palabras, hasta el misterioso silencio sonoro, dejo de pronunciar cualquier vocablo.
Esa necesidad está en mi, existe en el hombre desde las cuevas de Altamira, necesitamos una conexión con la magia, con lo trascendente, con el sueño, con el arte, con la religión.
Pero lo titulan, le ponen nombre, y entonces parece un cuento.
Yo me arrodillo ante el misterio.
No le puedo poner nombre.

No cierro ninguna puerta, abrir una ventana hacia ese misterio es siempre válido, no entierro ninguna cultura, abrazo cualquier tentativa de aproximación hacia lo mejor.
Puedo entrar en el templo y arrodillarme ante el cuerpo de Cristo , sublime Rondanini, la última figura que esculpió Miguel Ángel.
Puedo entrar en la capilla y permanecer en silencio ante los cuadros de Rothko, y cerrar los ojos, y sentir esa luz en la misma oscuridad resplandeciente, la misma reverberación, el mismo misticismo.
La palabra de Buda puede ser revelación.
El científico nos puede hablar de la fusión de los átomos.
Al final arrodíllate, y siente.
Tenemos las palabras pero que no te llenen la boca.

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