jueves, 9 de julio de 2015

OTROS SERES







Hace tiempo que murió Iru, yace en la ladera de la montaña bajo el inmenso pino.

Estos últimos días, he paseado con Max, perro de aguas, y he recordado tanto a Iru.
Max nos acompañaba inseparable en nuestros paseos, se instalaba en la sombra del gigante roble, paciente, si íbamos hacia otro lado él venía,  dormía a los pies de la cama. Si le dejábamos en la casa, nos recibía alegre, a nuestra vuelta. Apoyaba su cuerpo contra mis piernas para sentirse lleno de afecto.
Que ternura, no sé, ¿están los ángeles en el corazón de ciertos animales?
En cualquier caso, cuánto se aprende al lado de Iru, de Max, bajo la sombra del gran gigante del valle, el rey de la montaña,  que permanece majestuoso aún cuando recientemente un rayo quebró una de sus inmensas ramas.
El silencio de la montaña, el abrasador sol de Julio en Castilla, los prados abrasados, los enebros resistentes y erguidos, los tábanos, la brisa reparadora, la paz de Max, sentado bajo el imponente roble, no hacía falta rezar, lo sagrado reinaba en el valle ardiente.


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